Spanish + Canadian = Spanadian

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Los inviernos canadienses son mundialmente conocidos por la nieve que cubre el suelo durante casi medio año

miércoles, 21 de octubre de 2015

El miedo y otras leyendas

En provincias en todos los sitios de Canadá ya ha empezado a nevar. También en Nova Scotia, pero solo en el norte y en el interior. Aquí, el tiempo cambia constantemente, pasando de una mañana llena de escarcha a una tarde casi veraniega, seguida de una noche gélida y una mañana de tormenta. Rendida ante el frío, saco el abrigo de invierno del armario y dejo los guantes y el gorro a la vista, cerca de la entrada, para poder volver corriendo si me arrepiento de no llevarlos al salir de casa por la mañana. Empiezan los primeros tests y me sorprende sacar tan buenas notas. Siempre empiezo el curso con peores resultados que con los que acabo, y al estar en otro país estudiando en mi segunda lengua, supuse que bajaría algo la media, al menos al principio. Por ahora la asignatura que peor llevo es Biología, con más de un 80%. 
El lunes todos los internacionales del distrito escolar fuimos a una granja. Cogimos manzanas de entre todo un bosque de manzanos, escogimos una calabaza de un campo lleno de ellas y encontramos la salida de un laberinto de maíz. El laberinto fue lo mejor. Me sentí orgullosa de llevar el mapa y saber en todo momento de dónde veníamos y a dónde teníamos que ir. No sólo encontramos la salida, sino que fuimos los segundos, y los primeros hicieron trampa. Toda una victoria para nosotros. 
Mañana es la fiesta de Halloween, porque aunque el verdadero día es el sábado que viene, este viernes no hay clase. Aquí lo normal en Halloween es hacer tu propio disfraz o comprar uno de segunda mano. Así es como se disfrazan tres personas por menos de 20 dólares: Max va de un personaje de nombre impronunciable de Star Wars, Sophia de diosa griega y yo de bruja. Max dice que quiere presentarse al concurso de disfraces; yo sé que quiere ganarlo.
Mañana se cumplen siete semanas desde que llegué a Canadá. Siete semanas. Aún recuerdo aquel confuso y caluroso primer día lleno de malentendidos y ganas de que me dejaran irme a dormir. Aún recuerdo cuando veía todo esto lejos. El verano de 2014, apenas cumplidos 15 años, creía que con 16 vería la vida de otra manera. Cuando me dieron la beca, sentía que me quedaban muchos meses or delante. 100 días antes de irme, contemplaba un verano entero por vivir antes de la aventura. Incluso una semana antes decía "Todavía me quedan siete días". El 31 de agosto, camino de Ourense, no era plenamente consciente de que me iba. No lo fui hasta que, en el andén de la estación, mis padres, al igual que todo el mundo que no tuviera billete, tenían que quedarse al otro lado de una cinta. Solo entonces me di cuenta de que esto iba en serio, de que era hora de decir adiós. Puede que nunca más lo reconozca, pero ahora digo la verdad: fui la primera en llorar. Y viendo mis lágrimas, ni mis padres ni mi hermano ni mi abuela pudieron contenerse. La revisora nos miraba con compasión; poco después supe que tenía un hijo no mucho mayor que yo trabajando por Europa, creo que en Alemania. Empecé a ponerme nerviosa, y mi abuela no dejaba de repetirme que fuera valiente. ¿Que fuera valiente? ¿Qué podría significar aquello? Estaba segura de que la próxima vez que viera a mi hermano sería más alto que yo, y no me gustó la idea. Sé que sonará ridículo, pero toda la vida ha sido más bajito que yo, y no puedo imaginármelo de otra manera, como si por crecer fuera a dejar de ser mi hermano pequeño. Mis padres me abrazaban con fuerza, como con miedo a soltarme, pero creo que mis abrazos eran peores: un inútil intento por dejar de temblar. Todas las emociones que se habían escondido en lo más profundo de mí salieron de repente, todas juntas, y no sabía cómo manejarlas. Lo más curioso fue que, después de un año repitiéndoles a mis padres que estaba bien, que no era un error, aquel 31 de agosto fueron ellos los que me dijeron que no pasaba nada, que no era un error, cuando llegó el momento de decir adiós, cuando llegó el tren con destino a Madrid. Aún hoy me pregunto si entre lágrimas, besos y abrazos, les dije adiós.
El 31 de agosto fue el peor día de mi vida, el día más triste en el que tomé la mejor decisión de los últimos 16 años. A veces me pregunto si algún becado se ha echado atrás en la estación, si todos lo piensan y, al igual que yo, acaban por subir con un nudo en la garganta o si soy rara y tendría que haberme dado cuenta antes de que llegara la última vez. La última vez en que viera, no solo a mis padres, familia y amigos, sino a todas y cada una de las personas que conozco. Al cerrarse la puerta del tren tras de mí me di cuenta de que a partir de ahí todo serían caras desconocidas. Hasta iba a echar de menos a la revisora; de no ser por ella, jamás me las habría arreglado para meterme yo en el tren con la mochila y las dos maletas. 
Puede que nunca más lo reconozca, pero ahora digo la verdad: me pasé la mitad del viaje en tren con un nudo en la garganta y los ojos rojos de tanto llorar.

"Ser valiente no significa que no tengas miedo".

10 comentarios:

  1. Seguiré siendo tu hermano pequeño por alto que sea
    Y no te creas, seguiré siendo el bajito que dejaste entre sus lagrimas que leyendo este artículo se vuelven a repetir

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  2. Seguiré siendo tu hermano pequeño por alto que sea
    Y no te creas, seguiré siendo el bajito que dejaste entre sus lagrimas que leyendo este artículo se vuelven a repetir

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  3. Seguiré siendo tu hermano pequeño por muy alto que sea
    Y no te creas , no cambiará el enano que dejaste entre sus lagrimas que leyendo este artículo se vuelven a repetir

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  4. Seguiré siendo tu hermano pequeño por muy alto que sea
    Y no te creas , no cambiará el enano que dejaste entre sus lagrimas que leyendo este artículo se vuelven a repetir

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  5. Es emocionante de como escribes y describes todo lo que estas viviendo....me tienes de fans number two....me encanta tu felicidad es contagiosa y enriquecedora...y seguir asi siempre chicos....besitos

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    1. Muchas gracias por ser mi fan número two, pero me pregunto ¿quién es mi fan número one? Qué irónico que mi felicidad sea contagiosa, porque a veces me parece que es tristeza lo que transmito, sobre todo en esta entrada...

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  6. Hola, soy madre de Elena, una chica que esperó viva este próximo curso una experiencia tan enriquecedora. Decirte que escribes genial, te expresas muy muy bien y haces que tus lectores vivan con ansias cada nueva frase. Serás una gran escritora. Te seguiré. Un beso desde San Javier , Murcia.

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    1. Si en efecto Elena se irá mañana a vivir esta aventura, mucha suerte con la despedida y las primeras semanas, me consta que son las más duras en ambos lados del Atlántico. Y si al final no se la dieron (no tengo ni idea de cuándo salieron las listas definitivas), no es lo que el destino, Dios, la suerte o en lo que quiera que crea, quería para ella; en España también se puede vivir una aventura, tan solo hay que proponérselo.

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  7. Hola de nuevo Maria. Como te decía en el comentario de un post anterior, en tres días nuestro hijo inicia su aventura Spanadian, y como padre tengo un pánico horrible a no saber gestionar las emociones del momento de la despedida en la estación. No quiero llorar, quiero mostrarme muy fuerte, pero como bien dices, es un momento en el que los sentimientos contenidos es fácil que afloren. Gracias a tu relato, uno puede intentar prepararse, que ya veremos si mantenemos el tipo. Mil gracias por compartir de forma tan sincera tu experiencia.

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    1. Sinceramente, no sé si es mejor o peor desahogarse, depende de a quién le preguntes. En mi caso, es cierto que fue un pequeño alivio echarme a llorar, pero la imagen de aquel abrazo entre lágrimas me persiguió durante semanas, y aún no he logrado olvidarlo. Tan solo asegúrense de que a la niña le quedan fuerzas para cargar con el equipaje, eso sí que es un reto.

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