Spanish + Canadian = Spanadian

Spanish + Canadian = Spanadian
Los inviernos canadienses son mundialmente conocidos por la nieve que cubre el suelo durante casi medio año

lunes, 7 de septiembre de 2015

Empieza la aventura

Cuando abro los ojos, la incertidumbre me inunda durante cinco segundos. No sé dónde estoy hasta que lo recuerdo todo de golpe. Dormir menos de seis horas después de más de veinticuatro horas despierta deja aturdida cualquier mente. Pero poco a poco las piezas empiezan a encajar.
La mañana anterior había amanecido en un hotel de Madrid. Avión a Toronto, trámites de inmigración, interminable espera hasta el avión a Halifax. La diferencia horaria me obligó a cenar dos veces y caerme literalmente en el suelo. Cuando, en el aeropuerto de Toronto, los Spanadians que íbamos a Nova Scotia y llevábamos casi un día despiertos nos enteramos de que el avión saldría con más de una hora de retraso, caímos rendidos en la puerta de embarque. Unos encima de la maleta y otros directamente en el suelo. Pero había una familia esperándome, una familia encantada de acogerme esperando pacientemente en Halifax. O eso creía yo.
El primer pie que puse en tierra canadiense me aseguré de que fuera el derecho. Pero en Halifax no me fijé, en parte por el sueño en parte porque no me quedaba emoción. Quizá por esa razón mi familia no me esperaba en el aeropuerto.
Fue traspasar aquella puerta y verlos a todos con carteles de bienvenida. En inglés o en un intento de español, todos con buenas intenciones. Los chicos y chicas que me rodeaban se fueron dispersando a medida que aparecían sus familias. Yo no me moví.
«¿María? ¿María Gutiérrez?» preguntó de pronto una mujer a mis espaldas. Me giré para ver a una señora de algo más de cincuenta años con un bebé en brazos y sosteniendo un folio con mi primer nombre y mi segundo apellido escritos. Era la coordinadora del distrito escolar, esa que debía preocuparse de que todo me fuera bien. Según me dijo, la organización cometió un error al olvidarse de mandar un papel a la familia, y sin que lo rellenaran, no podía quedarme con ellos. Lo acepté sin pensar demasiado; a aquellas alturas solo quería que me dejasen dormir. Fuimos al hotel del aeropuerto, con otros estudiantes a los que no les podían venir a buscar tan tarde. Me dieron una habitación terriblemente grande y lujosa para mí sola, y a pesar del disgusto, de los nervios y de la incertidumbre, me quedé dormida enseguida sobre aquel colchón del tacto de una nube.

El despertador suena con una canción que no proceso. Todo es confuso, pero me ducho y me visto por la fuerza de la costumbre. De algún modo me acuerdo de bajar a desayunar a las nueve en punto, y espero con la coordinadora a que las familias vengan a buscar a otros estudiantes que se quedaron en el hotel. Aprovecho para hablar con una española en la que creo que será la última vez que use mi lengua materna en mucho tiempo.
La coordinadora, el bebé que creo que es su nieto, un estudiante turco y yo vamos en coche a Bridgewater. Al llegar, la Homestay Coordinator, una mujer de la edad de la coordinadora local con cara de amabilidad, me pide disculpas infinitas veces porque no pueda ir aún con la familia y me tenga que quedar con ella. Me repite una y otra vez cuánto lo siente y lo que le avergüenza haber cometido un error después de quince años trabajando en lo mismo satisfactoriamente. Le digo que no se preocupe, que antes o después iré con ellos, y un par de días no me preocupan demasiado. Ella dice que soy muy comprensiva y que debería estar enfadada con ellos. Yo, simplemente, estoy demasiado cansada para pensar.
Escojo las asignaturas en el despacho de la School Counsellor y, cuando alguien deja entrabierta la puerta veo unos ojos que no dejan de mirarme. Es un niño, demasiado pequeño para ir al instituto. Cierran la puerta y cuando la vuelven a abrir ya no está.
Pasan los minutos y no sé de quién es la idea de llamar a Sophia y a Max de sus respectivas clases para que vengan a saludarme. Cuando abren la puerta, me dan ganas de echarme a reír. Tenía la idea de que los canadienses eran altos y fuertes, y ver a aquellos dos niños de casi doce años tan bajitos y delgados me dejó bastante confusa. Max era el niño que me miraba desde detrás de la puerta. Aparentan seis años tirando por lo alto, en serio.
La School Counsellor me guió hasta mi clase y el profesor me presentó a los demás cual película americana. Su avanzado nivel de español se limitaba a un "¡Buenos días!" que repitió hasta la saciedad. Solo quedaba sitio en la última fila de la clase, que estaba completamente vacía. Me senté, consciente de que todos me miraban. Me pasé varios minutos garabateando en mi libreta, pues el profesor debía de haberse quedado sin ideas para entretenernos y todo el mundo estaba con el móvil. Eso me chocó bastante. No solo te permiten estar con el móvil cuando quieras, sino que te animan a descargarte aplicaciones para administrar los deberes y la WiFi de instituto no tiene contraseña. Además, el trato profesor-alumno no tiene nada que ver, pues puedes hablarle como a un amigo y gastar bromas sin miedo. Tan solo tienes que tratarle respetuosamente y aquí todo el mundo se trata respetuosamente.
De pronto, una chica de en medio de la clase que más tarde supe se llama Sarah, se levanta y viene a sentarse a mi lado. Me cuenta que nació en Quebec y se cambió muchas veces de colegio, sabe lo que es ser la nueva. Hablamos sobre todo tipo de temas: desde el calor que hace hasta lo repetitivo que es ver todas las casas con una bandera canadiense, pasando por lo mal que le caen los chicos de nuestra clase. Una hora después, se acaban las clases.
De lo demás que pasa me quedo con retazos importantes: me encuentro a Michael, el padre de Max y Sophia, parte por tanto de mi host family, en el centro comercial. Volvemos a casa de la Homestay Coordinator y me baño en la piscina. En su casa ella también acoge a una estudiante internacional de México. Se llama María, como yo, y cuando estamos solas aprovechamos para hablar en nuestra lengua materna.
Esa noche voy a cenar con mi host family. Son geniales, de verdad. Me inspiran confianza y no me da vergüenza hablar con ellos.
El segundo día de clase es como formar parte de una película americana. Sarah no está, por lo que me junto con las otras internacionales, en su mayoría asiáticas. Tenemos charlas sobre la privacidad en internet, los plagios y otros temas por el estilo. Después de clase, Sophia, Tara y yo vamos al supermercado y es allí donde Tara recibe la llamada de confirmación: puedo quedarme con ellos. Lo celebramos con abrazos y comprando una tarta. Al enterarse, Max se alegra incluso más que yo: salta, grita y me abraza con una fuerza que no sé de dónde saca con unos brazos tan esqueléticos.
Al día siguiente vamos a la playa. En serio, estoy en Canadá en septiembre y he ido a la playa. Hacemos algo de senderismo y luego nos bañamos en mar abierto. El agua está más caliente que en las Rías Baixas, lo juro. No hay punto de comparación con el Mediterráneo, pero es... refrescante. Después de caminar, viene bien.
Aquí todo el mundo se saluda, da los buenos días y las buenas noches con un abrazo. Alguien me dijo que los canadienses no te miran a los ojos cuando hablan, y es mentira. Te miran a los ojos y te sonríen si tú vas con esa actitud. Soy bastante blanca de piel y aquí me siento morena. Tampoco he encontrado aún a nadie con el pelo tan oscuro y rizado como yo.
En mi clase hay gente para todos los gustos. El que se pasa el día con la capucha puesta, la que se pinta las uñas en clase, el que juega con el móvil sin quitarle el sonido, el que se está quedando dormido y no disimula... En fin, para todos los gustos.
Esta noche dormimos en sacos de dormir en el jardín trasero. La noche es cálida y se ven muy bien las estrellas. Me quedo dormida enseguida. Cuando despierto, poco más tarde del amanecer, solo veo nubes en el cielo. Nubes que se mueven en la dirección que manda el viento, débiles, endebles, sin poder tomar su propia decisión. Más tarde, me pregunto dónde están las estrellas. No pueden desaparecer y aparecer cada noche, su luz brilla constantemente. ¿Será quizá que son una luz tan lejana que solo se aprecia cuando la acaparadora luminosidad del sol se aleja? A veces necesitamos oscuridad para ver la verdadera luz y saber en qué dirección vamos.

6 comentarios:

  1. Apasionante comienzo de la aventura. ;)

    Espero que ya se haya normalizado todo y puedas disfrutar de la experiencia, ánimo María!!!

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    1. Gracias Eus, espero que por allí también tengáis un gran año y una gran temporada. No me olvidéis, que para el verano ya vuelvo a daros la lata :)

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  2. Hola María, me encanta tu historia, me encanta como escribes, y....me das una envidia enorme!!!!
    Esta aventura que has tenido la valentía de iniciar marcará tu vida para siempre, y te hará muchísimo más flexible, abierta y capaz. Creceras a pasos agigantados y aprenderás de lo que no viene en los libros,..de la experiencia, de afrontar situaciones nuevas, diferentes y enriquecedoras.
    Disfruta tanto ck puedas de esta oportunidad excepcional, y de esta oscuridad momentanea que te iluminará para siempre.

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    1. Gracias Seve, me has dejado sin palabras... Las cosas van cada vez a mejor y espero que sigan así. Mañana tengo mi primer examen y estoy muy muy nerviosaaaaa

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  3. Gracias Maria, porque leerte me reafirma en lo positivo que va a ser la experiencia para nuestro hijo. Le quedan apenas tres días para iniciar la aventura que hace poco menos de un año iniciaste tú, y aunque cada uno de vosotros sois una experiencia única, leerte es un placer porque me reconforta al pensar que él va a vivir la suya.

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    1. ¿Qué decir que no haya dicho todavía? No serán unas vacaciones, eso está asegurado. Habrá días mejores que otros, pero si no se disfruta, al menos se aprende. Recuerdo una profesora que me preguntaba para qué me iba a Canadá, si por mucho inglés que aprendiera, 2º de bachillerato se me iba a hacer imposible, por eso de que tienen un sistema educativo diferente. Eso es lo que la gente no entiende, que no es en el colegio donde más se aprende, ni el inglés lo más importante. Es difícil de entender, pero su hijo, dentro de un año, probablemente esté bastante de acuerdo conmigo.

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