Spanish + Canadian = Spanadian

Spanish + Canadian = Spanadian
Los inviernos canadienses son mundialmente conocidos por la nieve que cubre el suelo durante casi medio año

miércoles, 6 de enero de 2016

Y llega enero

Eran mis últimas horas en Nueva York posiblemente en toda mi vida, pero no conseguía sentir esa sensación de despedida. ¿Acaso no reconocía lo que estaba pasando? ¿O, más bien, lo había vivido demasiadas veces? El último día, la última noche, la última comida, la última vez escuchando ese "Wait" tan rayante del semáforo en rojo que inevitablemente iba a echar de menos, o el "Stay clear of the closing doors, please" tan repetitivo del metro. Ya me estaba acostumbrando a esa sensación de marcharme de sitios sin la seguridad de volver algún día. Dejar gente y lugares atrás, y seguir adelante, sin mirar al pasado, como si no importara lo que se deja atrás... pero importa. Y suspiras, te subes al avión, e intentas no pensar demasiado. 

Después de estos cuatro meses me he dado cuenta de que estar triste no es algo malo. Tener un día melancólico en el que lo único que apetece es poner música triste y tumbarse en la cama, recordando todas las cosas que uno echa de menos, es normal, y creo que hasta te hace sentir mejor. Si me acuerdo de anécdotas divertidas con los amigos del pueblo aquel verano tan loco que probablemente no se vuelva a repetir, sonrío. O si pienso en aquella vez en que haciendo el decorado para el playback de "Westside Story", me enfadé con el grupo entero y volví a clase, me río. ¿Si me pasara hoy, haría lo mismo? ¿He cambiado o me seguirán enfadando lo mismo las críticas? ¿Y qué hay de ellos, los que no siguieron pintando sin mí, sino que fueron a buscarme? ¿Volverían a hacerlo? A veces no me acuerdo de los buenos momentos, sino de los malos. De los enfados, las peleas, los malentendidos por arreglar. Y no me siento indignada ni molesta pensando en ello. De hecho, me siento estúpida. Porque teniendo tan fácil pedir perdón, dejé asuntos a medias, y ahora, a miles de kilómetros de allí, no me queda otra opción más que esperar y reprocharme ser tan cabezota. Y los malos recuerdos me llevan de nuevo, cada vez que me pongo a pensar en el pasado, al momento de la despedida. Si nunca me gustó el final de ningún libro, siempre me decepcionaron las últimas partes de una saga, y hasta me entristece el final de curso, ¿cómo no pude precedir lo duro que sería para mí decir adiós? Y no sé si es la música triste, el recuerdo tan sólido de ese día o la morriña en sí, tan abstracta e inexplicable, lo que antes o después me hace acabar llorando. Pero la canción se termina, la luz del sol entra por mi ventana y me acuerdo de que tengo que preparar la bolsa con la equipación de hockey para el entremaniento de mañana. O que tengo que asegurarme de que sé dónde es el partido del domingo. O intentar explicarme de una vez por qué en hockey soy zurda si en esgrima soy diestra. Y acordarme de proponerles a Isaure y a Luca ir a la bolera este fin de semana. Es irónico que a la vez que me acuerdo de todo lo que echo de menos de España, me dé cuenta de todo lo que tengo aquí. Cuando tengo frío y me acuerdo de la broma que todo canadiense hace (¿Eres española? ¿Sobrevivirás al invierno?), memoro brevemente la imagen de sol y playa que veo un par de semanas al año, y en seguida recuerdo mi querido clima gallego, lluvioso hasta decir basta, y me alegro de que aquí en vez de llover nieve.

La noche del 30 de diciembre del año pasado (la semana pasada), cuando volvimos de Nueva York, me quedé dormida en el coche.
-María, despierta, ya estamos en casa -me dijeron. Miré por la ventana, y comprobé que sí, estábamos en casa. Pero había algo que no encajaba... Algo que conocía de sobra pero nunca había visto en tal cantidad. Al menos no en m propia casa. Nieve. En todas partes: en los tejados, en los coches y sobre los árboles, pero no en la carretera. Toda la lluvia de Nueva York había caído en forma de nieve en el norte. 

Hoy por la mañana, salí de casa preparada para el frío. Esperaba sentir un cambio de temperatura brutal, pero lo primero que noté fue un olor extraño, conocido pero que no cuadraba. Mar. Olía a mar. O no, no exactamente a mar... olía a sal. Tardé dos segundos en darme cuenta de para qué se usa la sal en invierno, teniendo en cuenta el medio metro de nieve que lo cubre todo. No es de extrañar que después de las máquinas quitanieves, se aseguraran de la seguridad de la carretera con sal, para derretir el hielo. A medida que caminaba, empecé a notar algo de frío. "Qué raro", pensé, "normalmente tengo frío nada más salir se casa y a medida que camino voy entrando en calor". Pasaron diez minutos y me empecé a preocupar. Con los guantes, el gorro, la bufanda, las botas y el abrigo, estaba bastante bien. Pero mis piernas dejaron de sentir frío y pasaron a sentir dolor. Literalmente. Me reproché llevar mallas de verano, pero no podía culparme; dos días atrás apenas bajábamos de 10 grados y con ellas estaba perfectamente. Llegué al colegio, me senté en la cafetería (como cada mañana cuando llego temprano), y pregunté: 
-¿Es cosa mía o hace algo de frío ahí fuera?
-Menos trece grados. Solo tuve que caminar de casa al coche y pensé que me congelaba -dijo Martina, la italiana.
-A mí también me trajeron en coche, menos mal -añade Isaure, la francesa.
Me siento y apoyo la mochila en las piernas. No siento nada. Tardo dos horas en recuperar la sensibilidad desde la cadera hasta las rodillas. Por alguna razón, de rodillas para abajo ni siquiera sentí el frío. Pero de ahí para arriba mi piel estaba fría como el hielo. Una temperatura así en Lugo sería el tema de conversación para todo el día. Ningún canadiense comentó que hiciera frío.

Este domingo tengo partido de hockey contra el equipo de Park View, el otro instituto de Bridgewater. El lunes, partido en una ciudad a dos horas de aquí. El jueves que viene tenemos excursión de internacionales a esquiar. Dicen que es una pista llana para principiantes, y que queramos o no tenemos un curso introductorio, así que probablemente pruebe snowboard en vez de esquiar, que aunque no soy demasiado buena, sé de qué va. La última semana de enero tenemos los exámenes finales. Quienquiera que dijese que enero era un mes sin preocupaciones después de la Navidad, estaba equivocado. Al menos en mi caso.

Esta tarde, Luca (la alemana) me vino a buscar para ir a esgrima. Me mandó un mensaje diciendo que venía de camino, y como vive muy cerca, me puse el abrigo y salí directamente. Pese a la experiencia de esta mañana, en un polideportivo no hacen falta guantes, gorro ni bufanda. Así que salí, confiada de que solo sería un momento. Cinco minutos. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida. Al igual que esta mañana, no sentí el golpe de frío. Me acerqué a la farola y esperé. Mi aliento formaba nubecitas blanquecinas, o vaho, como la gente lo llama. Aparentemente no había ninguna diferencia con respecto a días 15 grados más cálidos. O menos fríos, más bien. Bajando de 0 grados, tu aliento se convierte en vaho, pero ¿cómo puedo saber si solo hace frío o hace peligrosamente mucho frío? Respuesta: si yo, enemiga de dicha actividad, me pongo a correr colina arriba y colina abajo para no congelarme. Cuando por fin, después de una eternidad, cinco minutos, llegó el coche de la host mother de Luca, Luca y sus dos "adorables" perros, los perros empezaron a ladrarme. Apoyando las patas en el cristal, se desvivían ladrándome, y yo lo único que podía pensar era que me estaba congelando. Al final abrí la puerta, olfatearon mi mano cinco segundos y en seguida se tranquilizaron. Nunca me gustaron los perros de raza pequeña, y menos si, como la mayoría, son puro nervio.

En Canadá no lo celebramos y ya empezamos el día 4 las clases, pero a mí personalmente me gusta bastante más que Papá Noel (o Santa Claus). Me parece que dentro del consumismo, al menos se basa en algo histórico o bíblico, una excusa que aunque no lo justifica, lo explica. Feliz día de Reyes a todos los españoles.

3 comentarios:

  1. Ya t contare lo q m dijo la abuela sobre de donde viene ese dia d reyes

    ResponderEliminar
  2. Ya t contare lo q m dijo la abuela sobre de donde viene ese dia d reyes

    ResponderEliminar

Recuerda que nunca recuperarás una palabra después de haberla dicho... Primero piensa, luego escribe