tag:blogger.com,1999:blog-39951754506560043022024-03-13T14:25:15.843+01:00Aventura de SpanadianTodos tenemos un secreto encerrado bajo llave en el ático del alma. Este es el míoAnonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.comBlogger37125tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-19325117381248705432016-07-01T16:11:00.003+02:002016-07-01T16:11:49.285+02:00La despedida No, nunca dije adiós. Hice el gesto con la mano, y me perdí en un mar de abrazos y lágrimas. Pero esa palabra, esa maldita palabra, nunca me atreví a decirla en alto. No es en lo que piensas cuando dejas atrás... una vida. El concepto de decir adiós es impensable cuando llevas un año, ¡un año!, viviendo en un lugar al que puede que nunca volverás, con gente a la que probablemente estés dejando atrás para siempre. Pospones el momento de decir adiós, asumiendo erróneamente que así nunca llegará. Luego vienen los abrazos, seguidos de cerca por las lágrimas. Es curioso cómo quince minutos antes de pasar los controles de seguridad (donde dices adiós a todo el mundo) todos estamos aparentemente bien. Desmoronándonos por dentro o sin creernos que el día de decir adiós haya llegado, pero mirándonos a la cara, sería imposible adivinar el caos de emociones en el que nos estamos hundiendo. Al final, todos acabamos llorando. En la cola para los controles de seguridad, era facilísimo identificar a los estudiantes internacionales. Todos teníamos los ojos rojos y llenos de lágrimas.<br />
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Yo no fui un caso distinto. Después de tantas veces en el aeropuerto de Halifax (cuando llegamos a Canadá, al irme y volver de New York, ida de Montréal y vuelta de Ottawa, llevando a Isaure al aeropuerto la semana pasada), era fácil pensar que aquello no era más que una visita. Pero en el momento en el que Sophia vino por detrás, sin previo aviso, y me abrazó diciendo "I will miss you", te echaré de menos, no pude contener las lágrimas. Solía pensar que en momentos así, te pones a llorar hasta que te quedas sin lágrimas y luego todo sigue su curso natural. Me equivocaba. Empiezas a llorar, te recompones, caes de nuevo, te recuperas, vuelves otra vez, lo haces parar... Y así, intermitentemente, el grifo de lágrimas parece no agotarse nunca.<br />
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Primero fueron los abrazos. De acompañamiento, lágrimas repartidas en intervalos indefinidos. Después, Tara tuvo la brillante idea de sacarnos fotos. Le dije que para el año que viene, con su siguiente internacional, se acordaran que primero van las fotos, y luego los abrazos. Vía libre para llorar. Unos minutos antes, al llegar al aeropuerto, el host father de Irache le preguntó a Tara, mi host mother, si había traído una caja de pañuelos. Tara dijo que no, y el host father de Irache respondió "Ah, es vuestra primera internacional, ¿verdad?".<br />
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Después de las fotos, más abrazos. Empezaba a hacerse tarde, tenía que irme. Pero no podía. De quien más me costó despedirme fue de Sophia. Será cabezota y bastante mandona de vez en cuando, tendrá esa manía de irse a Sophieland, en otras palabras, estar en las nubes, la mitad de las veces que le estoy hablando. Pero ahora, después de todo lo que hemos pasado juntas, ya no diría que es como mi hermana. Diría que es mi hermana.<br />
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Cuando Tara consiguió separar a Sophia de mí (o a mí de Sophia, no lo tengo muy claro), entré en la cola de seguridad. Otras tres personas entraron justo detrás, y después Aitana, otra Spanadian de Nova Scotia, llegó llorando. Cuando una niña de no mucho más de metro y medio, abrazando un peluche y llorando, se te cuela diciendo entre sollozos "Necesito un abrazo", lo último que se te ocurre es decirle que respete la fila. Cuando Aitana llegó hasta mí y me abrazó, las dos nos echamos a llorar de nuevo, murmurando cosas como "Esto es una mierda", y otras variantes de la expresión. Antes de la despedida, casi todos los españoles hablábamos en inglés los unos con los otros. Pocos minutos después, el idioma en que llorar más a gusto era español.<br />
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Así, con lágrimas intermitentes, llegué a la puerta de embarque. En el vuelo, hablar con otra gente fue el único modo de mantener las lágrimas a raya. Una de las azafatas, en un vuelo entre dos ciudades canadienses, era madrileña. Una vez en Toronto, encontramos a otros Spanadians. A algunos los recordaba de Madrid, de otros me sonaba el nombre o la cara, y unos pocos tenía la seguridad de que no los había visto en mi vida.<br />
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¿Cuáles son las posibilidades de encontrarse con una gallega en un avión de Toronto a Madrid? No muchas. ¿Y a una lucense? Menos todavía. Pues la mujer sentada a mi lado en el vuelo era de Palas de Rey, aunque llevaba ya bastantes años viviendo en Canadá. Viajaba a España para visitar a su hijo.<br />
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En el avión, esas infinitas horas, hice mil y un cosas, menos dormir. Tras ver una película o documental basada en la vida de Malala, me puse a escuchar música. De entre todas las canciones tristes que tengo, la que me hizo llorar no fue otra que Deutsche Bahn, una canción que intenta ser divertida, burlándose de los trenes alemanes. Fue Luca quien me la enseñó, y creo que fue más su recuerdo que la canción lo que me hizo llorar. O quizá fue un Spanadian bilbaíno sentado al otro lado del pasillo que se echó a llorar antes de mí. La Spanadian canaria y una niña madrileña intentaron consolarlo. En cuanto él paró de llorar, empecé yo. Puede que no fuera culpa de la canción, al fin y al cabo.<br />
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Durante el vuelo, todas las canciones me hacen llorar. Es deprimente. O me recuerdan a Canadá y todo lo que dejé atrás, o me recuerdan a España y todo lo que echo de menos. No hay punto intermedio, porque el viaje de vuelta es un lapsus temporal. Pierdes todo lo que has conseguido este año, pero aún no recuperas lo que dejaste atrás el año pasado. Necesitas aferrarte a algo, y el único apoyo que tenemos es los unos a los otros. Nunca había agradecido tanto viajar en un grupo, pero la ayuda de los Spanadians fue vital en el viaje de vuelta. Nos ayudamos y nos entendemos unos a otros. España parece mucho más pequeña cuando hay alguien en cualquier provincia que te entiende. Cuando aterrice en Madrid, la gente me dirá que entienden mi dolor, pero se equivocan. Pueden imaginarse lo que significa dejar una vida atrás, pero no pueden entenderlo sin vivirlo. Yo no lo entendía antes de venir. Antes de volver.Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-35920270888441186992016-06-29T04:29:00.001+02:002016-06-29T13:33:18.916+02:00Último día<span style="line-height: normal;">Ignorad la experiencia, el aprendizaje de un idioma, las incontables anécdotas y cuánto se madura en un año. Si hay algo que se aprende siendo un estudiante internacional, es a hacer maletas. Haciendo las maletas en España, hace diez meses, era duro porque había que decidir qué llevar y qué no. Pero hacerlas ahora, es imposible. Las cosas que no cabían en la maleta de ida quedaban en España, pero las que no caben ahora quedan olvidadas. Libros leídos y por leer, ropa que no aprecio tanto, ficheros del colegio... quedan atrás. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">El otro día hablamos por Skype con el estudiante alemán que vivirá con mi host family el año que viene, durante el primer semestre. Su hermana mayor estudió aquí, en Bridgewater, hace 8 años. Los tres (el niño, la madre y la hermana) hablaban buen inglés, aunque con bastante acento. El niño cumple 15 años este verano, y al parecer comparte varias aficiones con Max, como los libros de fantasía y pasión por los reptiles. El niño es el hermano pequeño, y por la forma en que su madre hablaba de él, me recordaba a mi madre y mi hermano. Cuando colgamos, Mike (mi host father, quien nació en Canadá pero cuyos padres son alemanes, por lo que tiene bastante familia en Alemania) dijo "Vaya, este chaval es una anormalidad. ¡Un adolescente alemán con personalidad!". Estoy en contra de las generalizaciones y los estereotipos, pero aun así, me reí. El único chico alemán de nuestro instituto nunca me ha caído demasiado bien. Sin embargo, la única chica alemana es mi mejor amiga. Fifty fifty.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Sigo sin creerme que mañana será mi último día aquí. Iré a recoger las notas y pasaré el día con mi host family y con Luca. Dormir con las maletas al lado de la cama, las paredes desnudas, sin mis dibujos y pinturas... es la cosa más rara del mundo. Debe de notarse que no me lo creo, pues mi host mother me recuerda que me queda un solo día, me pregunta si necesito ayuda haciendo las maletas. Yo digo que soy consciente de que no hay tiempo, que lo tengo todo preparado, que estoy organizada... pero no. Ni de lejos. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">En PowerSchool, la plataforma digital del colegio, algunos profesores subieron las notas de los exámenes finales. En inglés saqué un 90%, una clara mejoría comparado con el 78% del primer semestre, pero aun así, esperaba lograr una nota algo más alta. En francés, al contrario, pues saqué un 92,5%, y no me esperaba más de un 80%. Al fin y al cabo, se me da bastante mejor el inglés que el francés, ¿no?</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Esta tarde me pasé horas jugando al badminton y al fútbol con Max y Sophia. Entre tanto correr, el calor, la humedad y los mosquitos, deseé que ojalá tuviéramos una piscina. La piscina pública no la abren hasta este sábado. Me pregunto por qué, pues llevamos tres semanas con temperaturas de más de 25 grados casi todos los días.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hace una semana planeaba las comidas para mi primer día de vuelta en España. Que sí, que echo de menos a mi familia y a mis amigos y todo eso, pero la comida española no tiene comparación. Soñaba con chocolate con churros para desayunar, pues llegamos temprano por la mañana al aeropuerto, y tortilla, paella, jamón serrano, croquetas, empanadillas, empanada... cualquiera de esas cosas de comida y cena. Pero creo que todo será tan extraño que no me daré cuenta de lo que estoy comiendo. Escuchar español en todas partes, ver a toda esa gente que dejé hace un año de nuevo, los euros a los que ya no estoy acostumbrada... En la excursión de Montréal y Ottawa, Hiro, un chico japonés de mi instituto, nos enseñó algunas monedas japonesas. Después, Luca sacó un puñado de monedas, y Paula y yo nos quedamos mirándolas, sin reconocerlas. Me parecían tan diferentes a lo que recordaba... Hasta que presté atención a los dibujos y palabras en relieve, no me di cuenta de que eran euros. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Intento llevarlo todo con normalidad, manteniendo como mi mayor preocupación el peso de las maletas. Como si importara. Pienso en cosas prácticas, como qué llevar y qué dejar aquí. Como si importara. A veces pienso en el futuro, en la de cosas que tengo que hacer en España, en cuando me encuentre con mis dos mejores amigas en Francia y la de planes que queremos hacer para otras vacaciones. También pienso en el pasado, en todo lo que he hecho este año y dónde dejé mi vida el verano pasado. Pero nunca pienso en el presente. Entiendo que dejo Canadá atrás y vuelvo a España. Pero el trámite, el viaje, el momento de decir adiós... me parecen lejanos, como de un sueño, algo que nunca ocurrirá. Algo que no ocurrirá mañana. Una vez más, me pregunto si me acordaré de decir adiós.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-47762598865937498322016-06-26T06:45:00.001+02:002016-06-26T06:45:17.999+02:00Mil veces más<span style="line-height: normal;">Al salir del colegio tras acabar mi último examen, no pude evitar recordar el mismo momento, hace un año, cuando salí del colegio el último día de curso pensando que pasaría un año hasta que volviera a entrar allí. Esta vez me entristeció un poco más saber que no volvería. Van a convenirlo en un par de años en Junior high school, en vez de Junior/Senior high school, lo que venía siendo hasta ahora. La diferencia es que Junior abarca desde 1 hasta 3 de la ESO, mientras que Senior es desde 4 hasta 2 de bachillerato. En un par de años, el equipo de hockey femenino que fundamos desaparecerá, nadie se graduará en Bridgewaer High School, tendrán que irse a Parkview para terminar su educación. Es bastante triste pensar en ello... </span><br />
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<span style="line-height: normal;">En fin, el momento pasa pero la memoria dura, ¿verdad? El recuerdo queda. Y lo que toca ahora, en esta semana antes de marcharme, es celebrar. Pasarlo bien con mis amigos, sacar montones de fotos, asegurarme de que tengo el Skype, correo electrónico, número de teléfono, Facebook... de todos, y cuantas cosas hagan falta para nunca perder el contacto. Me darán las notas el día 29, el día antes de marcharme, pero ya me imagino cómo serán. Vuelvo a España con buena media, buen inglés, y mogollón de anécdotas que contar. El año que viene me dará la risa con todo lo que tendré que estudiar, pero ahora, que me quiten lo bailao. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Isaure vuelve a Francia este sábado, y Luca y yo vamos a la ciudad con ella, primero de compras y luego al aeropuerto. El domingo hay un festival multicultural en Lunenburg, al que iré con mi host family y con Luca, y el lunes y el martes se pasarán volando. Me pregunto si recordaré estos últimos días más que el resto del año, o este último mes por encima de los demás. Me pregunto si me acordaré de decir adiós.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Ayer celebramos mi cumpleaños con una barbacoa y tarta. Al soplar las velas, Sophia me recordó "Make a wish!", "¡Pide un deseo!". Ahora que lo pienso, nunca antes había pedido mi deseo de cumpleaños en inglés. Por la noche, creía haber visto una estrella fugaz, pero era una luciérnaga. Luca la atrapó, y me di cuenta de que nunca había visto una tan de cerca. Era mucho más pequeña de lo que pensaba, pese a que su luz se ve desde tan lejos.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Dos días más tarde:</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Volviendo de Halifax después de llevar a Isaure al aeropuerto, me di cuenta de que la próxima vez que hiciera esa ruta en coche, no habría viaje de vuelta. He ido un montón de veces de Bridgewater a Halifax, y de Halifax a Bridgewater, pero la próxima vez, no solo será la última. Será un viaje solo de ida.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Apenas me dio pena decirle adiós a Isaure. No me podía creer que aquello estuviera pasando, y que sería yo quien se marcharía cinco días más tarde. Es difícil hacerse a la idea, pues llevo tanto tiempo aquí que la idea de marcharme se me hace inconcebible. Afortunadamente, en un mes volveré a encontrarme con Isaure y Luca, en el sur de Francia. Por eso mi intento de despedida se limitó a un abrazo y un "Bon voyage".</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Mañana vamos a un festival multicultural en Lunenburg. El lunes o el martes puede que vaya con Luca y su host family a recoger fresas. En un campo de fresas. Obviamente. </span><br />
<span style="line-height: normal;">El miércoles voy por última vez al colegio, a recoger las notas. Y el jueves... Parece imposible, como si esto no me estuviera pasando a mí. La simple idea de marcharse suena surrealista. Hace unos meses, mi host mother me preguntó si, de tener la oportunidad, otra beca o algo así, estudiaría segundo de bachillerato aquí. No supe qué decir, y me limité a explicar que aún no sabía. Ahora mismo sé que sí, lo haría. Quiero pasar el verano en España, eso sí, pero ¿volver el año que viene? ¿Ahora que sé de todas las asignaturas que hay, de todos los clubes, deportes y oportunidades de las que no sabía el pasado septiembre? ¿Ahora que, aunque mis dos mejores amigas vuelven a Alemania y Francia, conozco a mogollón de gente maravillosa y se me da mucho mejor conocer a gente nueva y hacer amigos? ¿Ahora que mi host family y yo nos entendemos mejor que nunca? Si pudiera acceder a la universidad en España sin hacer la Selectividad (o revalida), si tuviera la misma oportunidad que este año para el año que viene, no lo dudaría. Diría que sí. Lo volvería a hacer mil veces más.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-86594596863950017792016-06-16T05:03:00.001+02:002016-06-16T05:03:46.319+02:00Cómo no enseñar historia y otras historias divertidas<span style="line-height: normal;">En invierno, había días en que hacía tanto frío que no se aguantaba fuera. Si no tenía esgrima o hockey o algo así, del colegio a casa, de casa al colegio. En esos días solía hacer planes para la primavera. Recuerdo mirar al 30 de junio como un futuro lejano, improbable, casi imposible. Como si en vez de pensar en "cuando me vaya", la cuestión fuera "si me voy". En dos semanas me voy. En dos semanas estaré de vuelta en España. Es la sensación más controvertida que he tenido nunca. Nunca lo menciono, pero en cierto modo echo de menos a mis amigos, a mi familia, a mi tierra en general. A mi manera, no lo reconozco, pero no me deprime lo más mínimo volver a Galicia. No, lo que me entristece es dejar Canadá. Es imposible tener ambas cosas, lo sé, por eso duele.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Mañana es el último día de clase. Después, tengo exámenes el viernes, el lunes y el miércoles. Tengo organizados o estoy organizando montones de actividades para la última semana. No sé si lo hago porque es la última oportunidad para hacerlo o porque quiero mantener la mente ocupada y no pensar en el 30 de junio. También hago planes para el verano, asegurándome de que no pierdo el tiempo en mi último verano en edad escolar, mi último verano antes de cumplir 18. Pero bueno, antes de cumplir 18 tengo que cumplir 17, el día después de aterrizar en España.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Luca, Isaure y yo tenemos un nuevo pasatiempos. A veces, cuando vamos caminando a algún sitio y no surge ningún otro tema de conversación, hacemos planes, el tipo de planes que probablemente nunca se cumplan. "Planeamos" reencontrarnos en Italia en tres o cuatro años. Isaure y yo llegaríamos en avión, y Luca iría en coche (el coche que su abuela le prometió para su decimoctavo cumpleaños) y así tendríamos medio de transporte por el país. Después de las dos semanas juntas en Francia que ya son una realidad para este verano, planeamos hacer el Camino de Santiago (Luca quería hacerlo desde Múnich hasta que se dio cuenta de que le llevaría medio año y se conformó con la frontera entre España y Francia), una visita a Lugo, Múnich y París, esquiar en Andorra... Probablemente llevemos al cabo la mayor parte de ellos, pero en un futuro algo lejano. De eso se trata, de seguir en contacto año tras año, tanto tiempo como podamos. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hace casi diez años, por el día del árbol planté un pequeño abolito en nuestra finca. Parecía tan frágil... Durante meses, comparé su altura con la mía, hasta que me superó. Y siguió creciendo, metros y metros hacia el cielo. Siempre me olvidaba del nombre de la especie de árbol, no me parecía importante. El verano pasado descubrí que se trataba de un arce. El arce es el símbolo de Canadá. La bandera de Canadá tiene una hoja de arce roja en el medio. Aquí, la mayoría de los árboles son o arces o pinos. Vaya coincidencia...</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Cuando estuve en Londres, hace dos años, esos mismos días mi host mother estaba allí. Puede que me la haya cruzado por la calle, sin caer en la cuenta de que la próxima vez que la viera, sería en Canadá. Mis host parents se conocieron en España, en un curso de español, el mismo año que yo nací. Les encanta la historia, sobre todo los romanos, y ya han planeado una visita para Arde Lucus el año que viene. Una de mis mejores amigas vive en el centro de París, probablemente pasara en frente de su casa cuando estuve en la ciudad, sin pensar en las grandes experiencias que viviría a su lado. Mis padres llevaban algún tiempo queriendo visitar Alemania, y a mí nunca me convencía. Puede que estuviera esperando a conocer a mi otra mejor amiga y tener a alguien a quien visitar en Múnich. También gané un concurso de relatos cortos con una historia basada en Alemania, un país en el que nunca había tenido ningún interés. El país del que vendrían mi host father y mi mejor amiga. Lo que cambian las cosas en un año...</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hoy, 16 de junio, es un día un tanto especial. Cierto enano que ya debe de ser de mi misma altura cumple 14 años. No estoy ahí para tirarte de las orejas, pero ya tendré la oportunidad en dos semanas. Feliz cumpleaños, David.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Tras esta breve interrupción de mi deber como hermana mayor, vuelvo a mi deber como estudiante internacional. Envié a mi casa, la de España, una caja con la ropa de invierno y los patines. No me he atrevido a meterlo todo en la maleta y luego pesarla para ver si voy bien de espacio, porque me deprime el simple hecho de ver una maleta. Lo que no quepa en la maleta quedará atrás. A veces me gustaría poder llevarme mi habitación entera. Otras veces querría volver con las manos vacías, para que nada me recordara a Canadá. Sé de sobra que ninguna de las dos opciones es viable.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Durante el semestre, Luca, Isaure y yo hemos recolectado frases graciosas del profesor de historia. Las juntamos en un documento y acabamos con un libro de 13 páginas, llamado How not to teach history and other funny stories (Cómo no enseñar historia y otras historias divertidas). Mr Stewart es el profesor más gracioso que he tenido nunca. A veces dice cosas que no tienen nada que ver con el tema, otras veces la forma en que explica hechos históricos es simplemente desternillante. No sabría explicarlo, así que me voy a limitar a mencionar un ejemplo, uno de mis favoritos. Hace un par de semanas, explicando la situación de Europa antes de la Segunda Guerra mundial:</span><br />
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<span style="line-height: normal;">"So Hitler being Hitler sits on the table and says 'Hey yo, I'm taking Czechoslovakia' and everybody else was like 'Oh, no, you Hitler with your brown uniform and your fancy moustache... yeah, sure, take Czechoslovakia'." Andrew Stewart</span><br />
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<span style="line-height: normal;">"Así que Hitler siendo Hitler se sienta a la mesa y dice 'Hey, voy a invadir Checoslovakia' y el resto del mundo estaba en plan 'Oh, no, Hitler, tú con tu uniforme marrón y tu bigote extravagante... sí, sin problema, quédate Checoslovaquia'." Andrew Stewart</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-17333121139066181132016-05-30T04:24:00.002+02:002016-05-30T04:24:36.895+02:00Peggy'S Cove<span style="line-height: normal;">Sentada en el autobús de vuelta a Bridgewater, escuchando música compartiendo un par de auriculares con Isaure, me acuerdo del proyecto final de derecho que aún tengo que terminar, del libro de inglés que tengo que leer, del test de francés para el que tengo que estudiar... Recuerdo que quedan dos semanas para los exámenes, que llevo tres días seguidos saliendo de casa antes de las ocho de la mañana y volviendo más tarde de la hora de la cena, pasando bastante frío y sentándome solamente en el bus que nos llevaba de un sitio a otro. Me duelen los pies e Isaure se queda dormida, usando mi hombro de almohada. Le acabo de decir adiós a un amigo al que probablemente no vuelva a ver. Y sin embargo, no puedo evitar pensar en lo feliz que soy. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">El viernes tuvimos el campeonato regional de atletismo. Quedé séptima en disco, mejorando mi marca unos tres metros. Luca quedó sexta, pero con 10 centímetros más hubiera quedado cuarta y habría avanzado a provinciales. En realidad, la cuarta y la quinta estaban separadas por un centímetro. Compitiendo, éramos tres Marías, a una de las otras dos la había conocido en el tour de las universidades, en noviembre. El juez se liaba con los nombres, e incluso pronunciaba Luca "Lusha". Hacía tanto frío que podíamos ver nuestro propio aliento, no solo por la mañana, sino durante todo el día. El jueves Luca y yo habíamos comprado chocolate alemán y yo ya sabía decir "mi" y "alemán" en alemán, por canciones. Le pregunté cómo se dice chocolate, y cuando me lo dijo, cojí la tableta de chocolate y eché a correr gritando "Meine Deutsche Schokolade", pronunciado según la fonética española algo así como "maine doiche shocolare". El viernes, después de competir teníamos frío, por lo que fuimos a comprar un chocolate caliente. Creo que nunca he contado la historia de cómo hace cosa de un mes intenté pedir un helado de chocolate pero la camarera no me entendía porque lo pronunciaba "cho-co-let" en vez de "cho-clet". El viernes, intenté pedir un hot chocolate, que me salió "shocklet", y el dependiente tampoco me entendía. Cuando me di cuenta de lo que había hecho, mezclando inglés y alemán, un idioma que ni siquiera hablo, no pude evitar echarme a reír. Luca estaba conmigo, y también se dio cuenta de lo que había pasado. Ante la confusión del dependiente, las dos nos echamos a reír, sin poder siquiera repetir Hot chocolate. Cuando conseguimos el dichoso chocolate caliente, una niña de nuestra edad o un poco más pequeña se acercó al preguntarnos "Where are your accents from?", que se traduce en algo así como "¿De dónde son vuestros acentos?". Al principio no sabía qué contestar, y estuve por preguntarle si se refería a de dónde somos nosotras. Di por hecho que era así, y respondí que España y Alemania. Volvimos a las gradas, y como era nuestro último día de atletismo (ninguna de las dos se había clasificado para provinciales), habíamos traído nuestras banderas para que nuestros compañeros de equipo las firmaran. Creo que tampoco he mencionado que hace un mes compré una bandera de Canadá para que todos mis amigos la firmen o escriban algo antes de irme. La compré demasiado tarde para tener las firmas de los internacionales que se fueron en noviembre y en febrero, pero al menos tengo las de la gente de esgrima y atletismo. Como iba diciendo, habíamos llevado nuestras banderas, y cuando Michaela la firmó, en una parte decía "I'm so happy I met you" (Estoy tan contenta de haberte conocido) y tenía una letra tan pequeña que lo que leí fue "I'm so happy I'm not you" (Estoy tan contenta de no ser tú). Nos pasamos unos buenos 10 minutos riendo de tal tontería.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hoy visitamos Peggy's Cove, uno de los lugares más emblemáticos de Nova Scotia. El paisaje lleno de rocas y hierba amarillenta me recordaba inevitablemente al pueblo de mis abuelos, en Ávila. Sin embargo, Peggy's Cove está en la costa. De hecho, lo "emblemático" es el faro. Las rocas ennegrecidas son golpeadas por olas constantemente. Muchos turistas van a las rocas negras, inconscientes del peligro, y al menos un turista al año muere ahí. La semana pasada murió una mujer. Antes de bajar del autobús, nos dieron una charla sobre lo peligroso que era, aunque en todas partes había carteles. Ahora ya sé cuánto tardaría en morir (menos de 5 minutos) y cómo sería mi muerte si fuera a las rocas negras (probablemente una ola vendría y me caería al mar y entonces, o bien a) me golpearía contra las rocas y muerte inminente, b) me ahogaría por las olas o c) el agua helada me paralizaría y también moriría ahogada. La tercera opción sería la más probable). Cuando acabaron de darnos la charla sobre mil y una maneras de morir en Peggy's Cove, repitieron el slogan de "Id a las rocas blancas. No os acerquéis a las rocas negras." Algún chaval desde el fondo del bus gritó "¡Eso es racista!".</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Pese a lo racista que sonaba, nadie se acercó a las rocas negras y todos sobrevivimos a Peggy's Cove. Sin embargo, Martín tuvo la brillante idea de saltar desde una roca de dos metros a un grupo de rocas desiguales. Creo que nunca he hablado de Martín. Es un chico de Colombia que vino a nuestro instituto durante un mes. Llegó al principio de mayo y se va mañana, ya no vendrá a clase. Los primeros días, no hablaba con casi nadie, pero no parecía tímido. Tampoco parecía ir de esnob, se pasaba casi todo el tiempo escuchando música. Como vivía cerca de Juan (el catalán de mi instituto) y ambos compartían primer idioma, Mitch (director del programa y host father de Martín) le pidió a Juan que fuera con él y tal, al menos mientras no conocía a nadie. Fue idea de Luca decirle a Martín que viniera a comer con nosotros un día que estaba solo. Me pasé la dos primeras semanas hablándole siempre en inglés, hasta que un día Juan y él estaban jugando al ajedrez, Martín hizo un movimiento estúpido y yo comenté lo ridículo que era en español. El chaval se me quedó mirando como si el español no fuera el segundo idioma más hablado del mundo, y me preguntó de dónde era. Dije que España, y me preguntó por la zona. Por alguna razón, Martín sabía que Galicia está en el norte de España. Al parecer, tiene familia en España. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Martín también se apuntó a atletismo, allí fue donde lo conocí. Tras una semana sin hablarle, la segunda semana Luca y yo le empezamos a explicar la teoría básica de cómo lanzar jabalina y disco. En teoría tenemos un entrenador, pero en la práctica solo aparece en la mitad de los entremamientos, y se pasa todo el rato con el móvil o hablando con gente. La tercera semana, cuando Martín ya sabía que soy española, me preguntaba directamente en español, pues su inglés no era precisamente perfecto y le costaba entender nuestras explicaciones en inglés. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Como iba diciendo, el inteligente de Martín saltó de una gran roca y cayó en una superficie desigual, apoyando mal el pie. Juan, que estaba con él, le preguntó si estaba bien. Con el orgullo por delante, como siempre, Martín dijo que sí e intentó caminar, pero casi se cae en el intento. Juan y yo le ayudamos a caminar hasta un banco. Mitch le preguntó si quería ir al hospital, pero Martín seguía insistiendo en que ya se le pasaría, que no era gran cosa. Bromeamos diciendo que mañana no podría coger el vuelo y tendría que quedarse una semana más. Después tuvimos un paseo en barco por la costa de Halifax, donde aunque hacía bastante frío, lo pasamos bien. Además, yo tenía sudadera y cazadora. No me quiero imaginar el frío que Juan y Shuji (Japón) pasaron en manga corta. Martín firmó mi bandera y la de Luca. En la mía escribió, cómo no, en español. Al final de las típicas dedicatorias de que lo había pasado bien siendo mi amigo, que me iba a echar de menos y todo eso, puso que le recordaba a su hermana. Al bajar del barco, teníamos tiempo libre. El pie de Martín no mejoraba, y Mitch le dijo que había que ir al hospital. En el puerto, Martín esperaba sentado en un banco, mientras Pauline (Francia), Shuji, Isaure, Luca y yo esperábamos de pie, a su lado. Él seguía insistiendo en que nos podíamos marchar, pero nosotros no queríamos. Independientemente de quién de nosotros se hubiera hecho daño, no lo habríamos dejado tirado, y menos en su último día en Canadá. Quiero pensar que él hubiera hecho lo mismo por nosotros. Mitch y los otros coordinadores discutían a unos metros de nosotros a qué hospital llevarle y ese tipo de cosas. Juan vino a despedirse de Martín. Se abrazaron y se despidieron en español, Martín le dio las gracias por haber estado ahí desde el principio, por haber sido tan buen amigo, y Juan dijo que lo había pasado bien aquel mes. Sonaban sinceros, y no pude evitar pensar que en verdad se iban a echar de menos. Cuando Mitch dijo que era hora de llevarlo al hospital, el momento de decir adiós llegó, un abrazo y un "Suerte en el hospital y cargando con las maletas mañana" fue mi despedida. Creo que lo dije en inglés, no estoy segura. Al fin y al cabo, ¿acaso importa?</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Después de cenar, le envié un mensaje a Martín preguntando por su pie. Al parecer, no rompió ningún hueso, pero dañó ligamentos. Le dije que si algún día le daba por visitar el noroeste de España, me enviara un mensaje. Su respuesta fue "Seguro que sí". Como si Galicia fuera el sitio perfecto para ir de vacaciones, como si no hubiera un océano entre Colombia y España. </span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-60639338642111865532016-05-27T04:38:00.001+02:002016-05-27T04:38:27.034+02:00Paper planes<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">Hoy hace cuatro años, tuve mi primer campeonato gallego de atletismo, en el que además conseguí medalla. Me acuerdo de cuando pasar de provinciales me parecía imposible, y de cómo tres años después un segundo puesto en el campeonato gallego no me parecía suficiente. Supongo que será porque ya lo había conseguido a los 12 años, y lo había mejorado a los 13, consiguiendo representar a Galicia en el campeonato de España. Por alguna razón, pensé que tendría que seguir mejorando al mismo ritmo, o si no sería la peor atleta del mundo o algo así. Mañana</span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;"> </span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">tengo el campeonato regional de atletismo, en el que solo me he clasificado para lanzamiento de disco. Es muy poco probable, más bien imposible, que me llegue a clasificar para el provincial, que equivaldría a un campeonato autonómico en España. Es curioso cuánto han cambiado mis estándares.</span><br />
<br style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;" /><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">El día que me enteré de que mi relato iba a ser publicado, probablemente en un libro de relatos cortos junto a otros cuentos ganadores, no pude evitar ir a contárselo a Luca, mi mejor amiga. Me preguntó de qué iba mi relato, y no sabía cómo explicarlo sin hacer spoiler, así que me limité a decir que era complicado. Es interesante, si no irónico, que escribiera un relato ambientado en Alemania sin haber estado nunca allí ni conocer a ningún alemán, y cuando se publicó fui corriendo a contárselo a mi mejor amiga, alemana, sin caer en la cuenta de que mi historia ocurría en su país.</span><br />
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">Luca no insistió en querer saber de qué iba mi relato, pero la conozco lo bastante </span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">bien para saber que se quedó con curiosidad.</span><br />
<br style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;" /><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">El cumpleaños de Luca se acercaba, e Isaure y yo queríamos organizar algo. Sin embargo, las semanas pasaban, el 20 de mayo de acercaba, y ninguna idea venía a nuestra cabeza. Fue entonces cuando tuve la idea. </span><br style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;" /><br style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;" /><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">Traducir algo del inglés al español no me resulta tan difícil. Al fin y al cabo, tengo un vocabulario bastante más amplio en mi lengua materna, y mi inglés es, por lo general, bastante informal. Traducir del español (o peor aún, del gallego) al inglés no es nada fácil, pero aun así, sentí que tenía que hacerlo. Traducir mi relato. Luca tenía derecho </span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">a leerlo y yo quería que lo leyera. De "Os saltadores do Muro" (en español, Los saltadores del Muro) pasó a llamarse "Paper planes" (Aviones de papel). Lo imprimí y... voilà! Un regalo de cumpleaños.</span><br />
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;"><br /></span>
<span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">En ningún momento de la historia menciono que sea Berlín, pero todos los indicios llevan a darlo por hecho. Al fin y al cabo, un muro que separa una ciudad en mitad este y mitad oeste recuerda inevitablemente al Berlín de hace no tantas décadas. Luca será del sur, de Múnich, y solo habrá estado en Berlín un par de veces, pero no hace falta ser alemán para saber del Muro de Berlín. En la última página del relato, menciono a dos soldados de la Unión Soviética. Cualquier duda desaparece con esa aclaración; el relato está ambientado en el Berlín de los años 60.</span><br />
<br style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;" /><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">Tras leerlo, Luca no me dijo que si le había gustado o no. Simplemente, no dijo nada. Pero al día siguiente llegó al colegio y me enseñó una fotografía en su tablet. Estaba en blanco y negro, y lo primero que vi fue a la niña. Una niña de unos doce o trece años de edad, pelo castaño y ropa oscura, da la espalda a la cámara. Parece que mira a lo alto. Unos árboles en frente es lo único que parece haber en esa dirección. Tardo en darme cuenta de un detalle importante: el muro. Un muro de unos tres metros de altura se alza a su izquierda. Lo que más tiempo me lleva reconocer es el avión de papel. Un avión de papel volando por encima del muro, hacia la niña. </span><span style="-webkit-text-size-adjust: auto; font-family: UICTFontTextStyleTallBody; font-size: 17px;">Luca me explicó que era un montaje hecho con diferentes fotografías, basado en mi relato. Si no me lo hubiera dicho, yo me habría creído que era una fotografía real. Entonces fue cuando me dijo que le había gustado mi relato. </span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-75413071005047201792016-05-26T03:04:00.001+02:002016-05-26T03:13:16.578+02:00Hoy hace tres años<span style="line-height: normal;">Hoy hace tres años estaba compitiendo en Málaga, con la Selección Gallega de atletismo. Uno de los mejores días de mi vida. Quedé sexta, con una marca que me llevó dos años superar. Solía recordar esa fecha, 25 de mayo, con orgullo y esperanza de algún día hacer algo parecido. Este año olvidé la fecha, y si no fuera por una foto en Facebook que colgó una amiga de atletismo que también estuvo allí, no me habría acordado. Me pregunto en qué momento memorias más importantes sustituyeron el recuerdo de aquel fin de semana. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">De vez en cuando me sorprendo a mí misma aceptando que me quedan menos de dos meses en Canadá, de hecho poco más de un mes. Comprando un lápiz de memoria para pasar las fotos del iPad prestado del colegio que tengo que devolver cuando acabe el curso, organizando los planes de verano, recolectando documentos de voluntariado... Hace un par de meses, me agobiaba la idea de irme, porque me quedaban tantas cosas por hacer... No es que desde que empezó la primavera haya hecho todas esas cosas, es difícil de explicar. Supongo que he aceptado que no lo voy a hacer todo, que ante una disyuntiva, más de una opción puede ser la respuesta correcta. Cuando escogí atletismo en vez de softball, dejé una experiencia positiva para vivir otra experiencia positiva. Cualquiera de las dos opciones hubiera sido un acierto. Y hablando de atletismo, tuve el campeonato de mi distrito escolar el lunes y el martes de la semana pasada. Lancé jabalina, disco y peso, y me clasifiqué en disco para los regionales.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">5 semanas, eso es todo. Podría quejarme de que todo haya pasado tan deprisa. O recordar las buenas (y malas, aunque no tantas) experiencias de las que he aprendido. O proponerme darlo todo para hacer de esta primavera la mejor de mi vida. Sin embargo, lo que quiero hacer ahora es dar las gracias. A todos. A Amancio Ortega por organizar becas para estudiar en Canadá. A Red Leaf por organizarlo todo tan bien y guiarme durante todo el año. A mis padres por dejarme venir y apoyarme incondicionalmente en todo momento. A mis host parents por tratarme como a una hija más. A mis host brother y host sister por hacer que quiera matarlos y abrazarlos varias veces al día. A Brenda, la coordinadora de host families e internacionales en mi zona, por apoyarme y creer en mí desde el primer día. A todos mis amigos, canadienses e internacionales, sobre todo a Isaure y a Luca, por enseñarme que no importa de dónde seamos o qué idioma hablemos, todos compartimos los mismos problemas. A mis amigos españoles, por soportar los días cuando no contesto a ningún mensaje porque estoy viviendo alguna aventura, o peor, cuando soy yo la que les llena el WhatsApp de audios contando mis problemas. A mis profesores, compañeros de clase, equipo de hockey, esgrima y atletismo, por hacer esta experiencia más enriquecedora. Y a todos los que me he dejado por el camino, cuya aportación pasa desapercibida para mí hasta que me falta.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Tuve el campeonato de mi distrito de atletismo y me clasifiqué para regionales en lanzamiento de disco, este fin de semana. Se acabó la temporada de esgrima y recibí el diploma de nivel amarillo. El tiempo mejoró tanto que paso más tiempo fuera que en casa, ya tengo la marca de la manga corta y los pantalones cortos (bendito sea mi "bronceado" desigual del que me avergüenzo cuando empiezo a ir a la piscina y a la playa), y los mosquitos me han acribillado varias veces. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hace un mes que no publico nada en el blog. La razón principal probablemente sea que no paso mucho tiempo en casa, y cuando estoy, o leo o estudio, sobre todo historia. Quién me iba a decir a mí, que siempre he odiado las ciencias sociales, que mi punto de vista cambiaría tanto. ¿Será Canadá, la distinta perspectiva, lo que me ha hecho cambiar de opinión? ¿Será conocer a personas reales de esos países de los que me he hartado de estudiar? ¿O simplemente habré madurado o cambiado o algo por estilo, algún tipo de fenómeno que iba a pasarme a los 16 años, independientemente de dónde estuviera? No lo sé, probablemente nunca lo sepa. Quizá fue estudiar sociología en el primer semestre lo que me abrió los ojos, e historia canadiense este semestre lo que me hizo entenderlo todo. A veces me paso horas viendo vídeos sobre la historia de algún país del que nunca he oído hablar, vocabulario básico de idiomas que no hablo, o las razones por las que empezó la Primera Guerra Mundial. Mis amigas probablemente estén hartas de mis "fun facts" con los que llego cada día a clase. Hoy descubrí que Andorra le declaró la guerra a Alemania en la Primera Guerra Mundial, pero nunca enviaron ningún soldado. Por eso y porque son un país tan pequeño, nadie se acordó de pedir su firma en el Tratado de Versalles. Técnicamente, Andorra ha estado en guerra con Alemania desde 1914 hasta 1957, cuando algún espabilado se debió de dar cuenta de que estaría bien firmar la paz, por si acaso. Ayer descubrí que Liechtenstein envió 80 soldados en su última acción militar, en el siglo 19, y volvieron 81. Aparentemente, hicieron un amigo en Italia.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Quiero contar una pequeña anécdota que me ocurrió el otro día. En mi distrito escolar hay dos coordinadoras que se ocupan de que no haya problemas con la familia y todo eso. Mi coordinadora se llama Brenda, es con la que estuve los dos primeros días cuando llegué, pero la coordinadora de mis dos mejores amigas es la otra, Carolyn. Brenda organizó una cena para todos sus estudiantes hace dos semanas, y como ninguna de mis mejores amigas iba, pensé que sería un aburrimiento. Para después de la cena, Brenda tenía pensado poner un micrófono para que quien tuviera algún talento lo mostrara, o por si alguien quería decir algo. Antes de cenar me preguntó si quería contar algo sobre mi experiencia, y yo me puse nerviosa. No quería decir que no, pero tampoco quería decir que sí. Brenda dijo que no pasaba nada, que no tenía que hacerlo, y no contesté. Pensé sobre ello toda la cena, y cuando llegó es postre, le dije que sí lo iba a hacer. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">En el momento en el que Brenda me llamó, con el micrófono en la mano, tras decir algunas palabras de agradecimiento, el miedo me paralizó. Me di cuenta entonces de que me había condenado a lo que más temía, hablar frente a un grupo considerablemente grande de personas (entre 50 y 100), y lo peor de todo, ¡lo había hecho voluntariamente! Voy caminando hacia Brenda, que me sonríe. La gente espera pacientemente a mi llegada. Los veinte metros más largos que he caminado en mi vida. Sin embargo, tras el miedo, nerviosismo y desesperación, hay algo más... Una variante extraña de la alegría convencional. Algo así como "Sí puedo, es mi momento, aquí y ahora". Al coger el micrófono y girarme hacia la multitud, tuve la extraña sensación de que llevaba esperando aquel momento toda mi vida. Había pensado en lo que iba a decir durante la cena, y las palabras no me jugaron malos tragos, ni lo olvidé todo con los nervios. Por primera vez, estaba delante de un público nurmeroso, y lo tenía todo bajo control. Entonces, empecé a hablar.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Creo que mis primeras palabras fueron una especie de disculpa por los errores de pronunciación y gramática que probablemente iba a cometer. Después, una pequeña confesión: mi timidez y miedo à hablar delante de gente, la de esfuerzo que me estaba costando hacer aquello, pero que aun así, quería hacerlo. Entonces empezó la verdadera historia. Empecé hablando de cómo mi tía me habló de la posibilidad de estudiar un año en el extranjero el día de mi decimoquinto cumpleaños. De cómo mis padres no apoyaban la idea, de cómo todo parecía tan lejano. De cómo aún me quedaba un año, aún me quedaban cien días, aún me quedaba una semana... aún me quedaba esperar a que llegará el tren. Conté cómo fue en aquel momento, en el andén de la estación, donde me di cuenta de que estaba diciendo adiós, de que al subir a aquel tren, no volvería a ver a nadie conocido durante un año. *Pausa melodramática*. Luego hablé sobre la confusión de las primeras semanas, cómo todo era tan nuevo y raro. Hablé de las constantes amenazas sobre el invierno, la de veces que la gente me hablaba del invierno pasado y se preocupaban por la supervivencia de una niña española en clima canadiense. "Y al final, aquí estoy, sobreviví al invierno y no fue para tanto. ¡Si hasta jugué al hockey!", dije, tras lo que Tara, mi host mother, se levantó y empezó a aplaudir, haciendo que todo el comedor estallara en aplausos. Cuando pararon, Tara añadió: "No solo jugó al hockey, sino que además jugó en el primer equipo de hockey femenino de la historia de Bridgewater High School." Más aplausos. Seguí contando mi historia, hasta que llegué al presente. Exliqué cómo no sabía si quería volver a España o no, cómo al volver con mi familia y amigos, dejaba atrás a mi familia y a mis amigos. Me pregunté si decir adiós a Canadá se parecería en algo a decir adiós a España. Y acabé con una pequeña reflexión, diciendo que después de tanto tiempo, tantas experiencias, tantas cosas que quedarán para siempre en la memoria, haber aprendido inglés (que sí, había aprendido bastante) me parecía una de las cosas menos importantes. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Acabé de hablar, y volví a sentir el suelo y el aire a mi alrededor. No me había puesto colorada, al menos no demasiado. Esperé un par de segundos, pero nadie se movía. Todos miraban en mi dirección, ¡me miraban a mí! Nadie estaba hablando o con el móvil, tenía la atención de todo el mundo. "Eso es todo", añadí, caminando hacia Brenda para que cogiera el micrófono. El comedor estalló en aplausos. Mientras volvía a mi sitio, muchos me miraban, sorprendidos, como si nunca me hubieran oído hablar en inglés o algo así. Me sentí como en una nube. Max se me acercó y me dio un abrazo. Es curioso cómo a Max y a Sophia quiero matarlos o abrazarlos dependiendo del día, a veces dependiendo del momento del día. Max se levantó explicando que quería decir algo, y sus padres le miraron con cara de querer matarlo, y una mirada que claramente decía "No sé lo que pretendes, pero más te vale ser breve." Y lo fue. Contó cómo cuando llegué le pareció interesante tener a alguien en su casa del otro lado del mundo, y cómo debía de odiarlo por todas esas veces que él se ponía a hablar de cosas que no me importan, sobre todo reptiles. Me entraron ganas de levantarme y decirle que cuando le odio, o es precisamente por el tema de conversación, que ya me he acostumbrado. Mencionó un par de cosas más, y que al final iba a echarme de menos. Se quedó ahí parado, sonriendo, como esperando algo. "Venga, ve a abrazale", dice Camille a mi lado. Me levanto y abrazo a Max. Luego vuelvo a mi sitio con él. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Al acabar la cena, cuando nos estábamos despidiendo, Martina me dijo que le había hecho llorar dos veces. La primera, cuando hablé. La segunda, cuando me levanté a abrazar a Max. Brenda me miraba con satisfacción, como si supiera de adelanto que lo iba a hacer tan bien. Quizá sí lo sabía, y me había pedido que hablara prediciendo que no haría el ridículo. No solo no hice el ridículo, Brenda. He aprendido algo nuevo sobre mí. Me gusta compartir mis pensamientos, mi opinión, mi punto se vista... sea en forma escrita, o si es necesario, oral. </span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-87291813181934988362016-04-26T23:06:00.001+02:002016-04-26T23:06:13.320+02:00Menos de 100 díasLa cuenta atrás vuelve a comenzar, pero esta vez no cuento los días que faltan para vivir una aventura. No, esta vez, cuento los días que faltan para que acabe. <div>
<span style="line-height: normal;">En March break se cumplió un año desde que me dieron la beca. Yo ni siquiera lo sabía, hasta que Paula me dio una abrazo deseándome feliz cumpleaños Spanadian. Días después, me enteré de que solo me quedaban 100 días en Canadá. </span></div>
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<span style="line-height: normal;">Cuando no tengo nada que hacer, pienso en el futuro. Mi plan de verano, con mis dos mejores amigas en Francia (ya acordamos que el año que viene toca España y al siguiente Alemania), turismo con mis padres, el pueblo de mis abuelos... Este es un verano bastante prometedor.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">A veces pienso en cómo será mi último día en Canadá. ¿Será algo parecido al primero? Confusión, cansancio, no saber si reír o llorar y al final no hacer nada, tan solo estar ahí, y esperar... Dos días antes de mi decimoséptimo cumpleaños cogeré un avión. Otra vez. En los últimos ocho meses he visitado más aeropuertos de los que me importa recordar. Madrid, Toronto, Halifax, Nueva York, Montréal, Ottawa. Varios de ellos repetidos. Iré a tres de esos aeropuertos, para subir en otros dos aviones. Entre las horas de vuelo, la espera donde hacemos escala, y el cambio de hora, llegaré a España unas 24 horas después. El día de Canadá. ¿Será el primer día de vuelta en "casa" igual que el primer día en el lugar al que ahora llamo hogar? Y cuando mi abuela me hable en gallego, ¿me enteraré de algo? ¿Estaré más triste por lo que dejo atrás que feliz por lo que recupero? Probablemente. Siempre supe que España seguiría ahí, esperándome, pero no tengo ninguna garantía de volver a Canadá. </span></div>
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<span style="line-height: normal;">Al día siguiente será mi decimoséptimo cumpleaños. Y dos meses y medio después, empezará el curso. Segundo de bachillerato.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">Cuando era pequeña, la gente solía preguntarme qué quería ser de mayor. Nunca lo tuve claro. Tenía ideas, opciones, pero ningún plan. En mis primeros años de secundaria, la pregunta era algo más seria. ¿Hacia dónde quieres dedicar el resto de tu vida? Nunca tenía respuesta. Desde el año pasado, la pregunta me persigue, insistentemente. Que si tengo que escoger ya, que si tengo que empezar a hacer planes, que si es mi futuro... Ocho meses atrás, me pondría nerviosa ante esa pregunta, y me mentiría a mí misma repitiendo que queda mucho tiempo. Hoy, aún no tengo una respuesta precisa, pero sí una perspectiva más clara. Dejad que me explique.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">Todo empezó en el primer semestre, cuando escogí Sociología como una de mis asignaturas, sin saber qué estaba haciendo. Una de las mejores decisiones de mi vida. Aprendí tantas cosas... Y lo mejor de todo, cosas que me importan. Primera pista: me interesa entender la sociedad, el mundo a mi alrededor, las diferentes culturas, la influencia de la humanidad en una sola persona... Una de las unidades que estudiamos trataba sobre criminología. Por qué los criminales son criminales, la influencia de su personalidad y su experiencia en sus decisiones; segunda pista. En el segundo semestre, cogí francés, y creo que mi nivel está mejorando bastante. Además, lo bueno de tener amigos de todas partes del mundo es que aprendes vocabulario en todos los idiomas. Sobre todo alemán, que aunque no sé mucho, lo poco que sé lo aprendo rápido, y suma y sigue. Ahí va la tercera pista, me gustan los idiomas. En historia canadiense, aparte de estudiar hechos, aprendemos a preguntarnos por qué ocurrieron. Una de las que más me sorprende es la razón por la que los seres humanos creamos guerras, que al parecer tienen su parte "positiva". Por fin empiezo a tener una opinión en muchos hechos históricos, sobre todo del siglo pasado, tan marcado por las Guerras Mundiales. Incluso en temas tan controvertidos como por qué sentirse o no orgulloso de ser español. Que en ese tema, por cierto, no estamos solos, nos acompaña el resto de Europa. Mi teoría se basa en hechos históricos recientes y antiguos, pues si algo tiene Europa que sitios como Norteamérica (donde todo el mundo es patriota) no tienen, es historia. No creo que haya una cuarta pista por aquí, salvo quizá que me interesa la historia, sobre todo la historia moderna. Sobre todo, me gusta escribir basándome en hechos históricos. El relato del que hablo en la última entrada (ese del que estoy tan orgullosa) está basado en el Muro de Berlín.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">No sé qué quiero estudiar, o en qué quiero trabajar, pero tengo una irrefrenable curiosidad por las culturas. Quiero viajar y ver cada rincón del mundo. Quiero aprender un montón de idiomas y utilizarlos en mis viajes. Quiero conocer a personas que dejen huella en mí, y dejar huella en ellos. Quiero escribir desde perspectivas que nadie haya visto antes. Quiero analizar y estudiar hasta entender en qué somos iguales y en qué diferentes. O qué hace a una buena persona y qué a una mala persona. Qué hace a un criminal romper la ley. Y con temas como estos podría seguir para rato, pero creo que son suficientes para hacerse a la idea.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">El jueves y el viernes, la temperatura subió hasta llegar a 25-30 grados, y con sol. La gente estaba tan contenta que eran hasta demasiado educados para ser canadienses. De verdad, tres personas distintas en diferentes lugares me dijeron que les gustaba mi pelo. Solo duró dos días, y el sábado por la noche cayó una tormenta increíble, y lo dice una gallega. Sophia y yo sacamos a pasear a los perros (Mollie, una labrador de 12 años, y Eddie, un cachorro que tenemos desde hace poco más de un mes, no llega a tener medio año) en el peor momento. Al abrir la puerta, Mollie no dudó en salir corriendo. Eddie, sin embargo, se lo pensó dos veces, y hasta que Sophia lo llamó desde fuera, no se movió del umbral de la puerta. Como de costumbre, Sophia y Eddie tomaron la delantera, corriendo. Mollie se tomó su tiempo, y yo seguí su ritmo. Cuando alcanzamos a Sophia, la niña gritaba el nombre de Eddie. Había soltado la correa un momento, y cuando se dio cuenta, el perro había desaparecido. Le dije que yo le daría una vuelta al lago para buscar a Eddie y le pedí que se llevara a Mollie a casa y comprobara si Eddie había vuelto. Al final, el perro, caribeño de nacimiento, había huido de la lluvia, volviendo a casa. Gritando su nombre, corriendo alrededor del lago bajo la lluvia, me puse a maldecir en español. Independientemente de lo bueno que sea tu inglés, sabes que estás enfadado de verdad cuando maldices en tu primer idioma. </span></div>
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<span style="line-height: normal;">Atletismo empezó por fin fuera. Las pistas dejan bastante que desear, para empezar porque no son pistas. No hay tartán para correr, ni arena para saltar, ni círculos ni nada para lanzar. Es sencillamente la forma de una pista de atletismo, pero con tierra, y un campo de rugby en el centro. Al menos ahí podemos lanzar jabalina; en la pista interior tenían hierba artificial, por lo que no podíamos. Pero que entrenemos fuera no significa que la primavera haya llegado. Técnicamente estamos en primavera, pero es más bien estilo canadiense. Si bien el jueves y el viernes subíamos de 25 grados, el sábado cayó un diluvio y el domingo y el lunes estuvo nublado, hoy le ha dado por nevar. Caminando a casa, me di cuenta de que empezaba a hacer frío, y de repente, se puso a nevar. No, me dije, esto no está pasando. Estamos prácticamente en mayo. Sin embargo, durante las últimas horas, no ha parado de nevar. Hace seis meses, me emocionaría y saldría corriendo a la calle. Ahora mismo, río por no llorar. ¿Por qué?, me pregunto, ¡si ayer estaba entrenando en manga corta!</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-73144797483854631912016-04-07T22:46:00.001+02:002016-04-07T22:46:30.994+02:00Empieza la... ¿primavera?<span style="line-height: normal;">Después de la excursión, las cosas volvieron a bajar el ritmo. Nos acercamos a la mitad del semestre y pronto nos darán los report cards de mid term, pero no sé qué van a evaluar, pues entre March break, Easter y festivos por en medio, casi no hemos hecho nada. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">La semana pasada, Lea, una amiga de Luca, vino a visitarla. Me pregunto cómo será que tus dos mundos se choquen. No me gustaría que ni amigos ni familia vinieran a visitarme, sencillamente porque aquí tengo otra vida con otra familia, otros amigos y hablando otro idioma. Es como tener dos universos paralelos. De vez en cuando, en los diez días que estuvo, Lea acababa hablando en alemán con Luca, o hablando en inglés de "stuff back home", cosas que tienen en común en Alemania de las que yo no sé nada. En esos momentos, me sentía algo olvidada, pero luego me acordaba de que Lea solo estaría aquí diez días, y obviamente en estos siete meses Luca y ella se habían echado de menos. Que nadie me malinterprete, Lea y yo nos llevamos bien desde el primer momento, es solo que... pertenece al pasado de Luca. Bueno, y al futuro, cuando se acabe el curso en verano. Pero no al presente. De vez en cuando, Luca y yo recordaríamos alguna anécdota de la excursión a Montréal y Ottawa, o hablaríamos de atletismo, softball, esgrima, clase de inglés... o alguna cosa más que tengamos en común donde Lea o bien no tenía nada que decir o directamente no nos entendía. Esta mañana, Lea fue a Halifax a coger el vuelo de vuelta. Luca fue también, y se quedó allí el resto del día, pues una estudiante internacional francesa que vivirá con ella en los tres meses que quedan llegaba esta tarde.</span><br />
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<span style="line-height: normal;"> Los últimos dos eventos de internacionales fueron cancelados, por eso tengo la sensación de que llevo sin ver a los internacionales de Park View o de otros colegios del distrito bastante tiempo. La primera actividad, a finales de febrero, consistía en montar en trineo, y lo cancelaron porque no había nieve. La segunda, ya en marzo, era ir al a bolera... y lo cancelaron por una tormenta de nieve. Mañana nos llevan a una "granja" donde tienen montones de arces, y nos explicarán el proceso de obtención del sirope de arce. Y, lo que es más importante, muestras gratis.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El clima es un tópico interesante. La última vez que nevó fue hace una semana, y ayer llegamos a 18 grados, un récord desde el día de Navidad. Sin embargo, por la mañana había unos veinte grados menos. La temperatura sube y baja aleatoriamente; la semana que viene se supone que va a nevar, y a partir de la siguiente las temperaturas mejoran. En dos semanas, empezaré a guardar toda la ropa de invierno en una caja para enviar de vuelta a España.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hay días en que quiero dejar de escribir en el blog. No dejar de escribir por completo, solo dejar el blog, porque no puedo explicar nada... Solía pensar que todo se puede explicar con palabras. Nunca me había quedado sin ellas. Experiencias y sentimientos, todo cabía en palabras. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Antes de venir, alguien dijo que aquí aprendería lo que no se lee en los libros. Me pareció ridículo, pues si alguien había vivido alguna vez algo así, tendría que haberlo escrito, ¿no? </span><br />
<span style="line-height: normal;">Pues no.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Puede que no lo pueda explicar porque ni siquiera lo acabo de entender. Probablemente. Quizá sea como las adaptaciones cinematográficas de libros. Todo lo que ves en la gran pantalla es la punta del iceberg; la película nunca muestra la plenitud del libro. En ocasiones, sin embargo, la película es mejor que el libro. No ocurre con mucha frecuencia, y solo pasa cuando se suprimen las partes correctas de la historia original o se añaden detalles que mejoran la trama. (Acabo de buscar en Internet como se dice "plot"(=trama) en español). Pero en este caso, esa extraña excepción no se cumple. Para entender esta experiencia, leyendo todo lo que he escrito en el blog explicaría menos que entrando quince segundos en mi cabeza.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Han pasado unos días, y fuimos a la "granja" de sirope de arce. Maple syrup farm suena mejor... Lea volvió a Alemania y Pauline, una francesa un año más pequeña, vino a nuestro colegio para los tres meses de curso que quedan, y vive con Luca. Pauline es bastante tímida, y al igual que los demás, su primera semana está siendo... pues eso, extraña. La primera semana no tiene sentido; diría que el primer mes en general es una montaña rusa. Me gustan las montañas rusas, pero lo malo de esta es que no sabes cuándo toca subir... ni cuándo llega la bajada. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hoy ha sido un día inolvidable para mí. A primera hora, tuve test de Historia canadiense que me salió genial. Después del recreo, tuvimos una asamblea en el gimnasio, por ser mitad del semestre. Mencionaron todos los logros deportivos del colegio de los últimos meses, y los deportistas se ponían de pie cuando su deporte era mencionado y sus victorias aplaudidas. Nuestro equipo de hockey fue mencionado, por supuesto, y lo que más me gustó fue que dijeran que en cierto modo habíamos hecho historia en el colegio, creando el primer equipo de hockey femenino del colegio en toda su historia, que no es poca.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Después, los profesores escogieron a un puñado de alumnos que cumplen con el lema del colegio: We are responsible, we are respectful, we strive for success (Somos responsables, somos respetuosos, nos esforzamos para truinfar). Los alumnos seleccionados se levantan de las gradas y sostienen un cartel con la parte del lema que les toca, delante de todos, y la directora saca una foto. Sorprendentemente, mi nombre fue llamado en We are responsible, al igual que Luca y Boom. Luego me di cuenta de que probablemente había sido la orientadora quien nos había escogido, por el grupo de voluntariado en horas extraescolares que empezamos. Creo que no lo había mencionado hasta ahora. Básicamente, somos Boom, Luca, un puñado de niñas de Grade 7 (1 de la ESO) haciendo manualidades.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Unos minutos después de la asamblea, cuando estaba a punto de entrar en clase de francés, me llegó un mensaje de mi padre. Es curioso que hace un par de semanas me planteé la idea de una segunda parte, y hace dos días empecé a traducir al inglés aquel relato... Os saltadores do Muro, en gallego, o Los saltadores del Muro, en español... y hoy me dicen que lo van a publicar. Hace un año y medio, gané un concurso provincial de relatos cortos en gallego, pero hasta hoy nunca habían mencionado esa palabra: publicar. Sé que probablemente sea parte de un libro de relatos cortos ganadores de ese concurso durante otros años o algo por el estilo, pero aun así... ¿No es cuando consigues publicar algo cuando tienes derecho a considerarte escritor? Mi nombre y algo que he escrito yo aparecerán en un libro. Un libro que no mucha gente leerá, pero un libro al fin y al cabo. Y si hay un modo de volverse inmortal, de dejar huella, es ese: un libro.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-79091453203015380502016-03-22T01:29:00.001+01:002016-03-22T01:36:38.209+01:00Cultural trip: Montréal and Ottawa<span style="line-height: normal;">Prefiero llamarla "Cultural trip" y no "Excursión cultural" porque ya no significa lo mismo. Igual que decir "Thank you" ya nunca será "Gracias", o jamás diré "Perdón" tanto como aquí digo "Sorry". Las palabras son solo palabras, hasta que les das significado. Pero con tanta distancia, y no me refiero a kilómetros, entre el lugar en el que solía hablar español y en el que hablo ahora inglés, es imposible pensar en lo mismo con dos palabras tan diferentes. Tendrán la misma definición, pero para mí "Homesick" ya nunca será "Morriña".</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Morriña. Nostalgia. O "homesick", si nos empeñamos en dejarlo en inglés. No es que haya olvidado lo que implica echar de menos un hogar. El problema es que ahora tengo más de un hogar, más de un lugar al que llamar casa, más de una familia, amigos de más de una (en realidad, de unas cuantas) nacionalidades. Me gusta vivir aquí, me gusta el colegio, mis amigos, el idioma, mi familia... No significa necesariamente que no eche de menos España. Pero... solo a veces. Y cuando pienso en volver y dejar mi vida en Canadá, olvidada para siempre... me entran ganas de llorar. Ya sé que me quedan más de tres meses, que tengo que disfrutar y no llorar ni el último día. Pero en esto consiste ser un estudiante internacional, ¿no? Divides tu corazón en mil pedazos y sueñas con que algún día vuelvan a juntarse. Como bien decía Stephen Chbosky, el tiempo pasa, los amigos se van, y la vida no para por nadie.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">March break, el equivalente canadiense a la Semana Santa española, fue del 12 al 20 de marzo. El viernes 11 de marzo tuvimos snow day, así que técnicamente duró un día más. Del 15 al 20, cultural trip. Por mucho que me esforzara en intentarlo, jamás podría mencionar todo lo que pasó en cinco días. Montréal y Ottawa son fascinantes, y las actividades que hicimos divertidas, pero no quiero darle tanta importancia a un simple itinerario como a las pequeñas cosas que surgieron. Como Gabriella, el fantasma que nuestra habitación, pues aparecía en la lista y debería haber estado conmigo y Luca pero no aparecía, y acabamos por descubrir que no existía. O, más bien, que no había venido a la excursión. Un nombre sobre el papel. O nuestro "cookie boy", Ivo, un chico alemán que pese al cumplir los estereotipos de alto, rubio y ojos azules, me parece italiano. He conocido a varios alemanes y me han caído bien, Ivo era el único que cumplía los estereotipos físicos y todos con los que hablé eran majos y tenían sentido del humor. Otro estereotipo en el que ya no creo.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Nunca olvidaré "dog sledding", que no sé cómo llamarlo en español. ¿Ir en un trineo tirado por perros? Aquello sí que fue divertido, incluso cuando nuestros huskies perdieron el norte y atravesaron un montón de troncos, y Luca y yo casi volcamos el trineo. O la basílica de Notre Dame en Montréal (no es un plagio de la parisina, muchas ciudades francófonas tienen una), lo impresionante que era y las increíbles fotos que sacó Luca. En una de ellas, parezco un fantasma translúcido. Y las conversaciones con Paula Spanadian (que desde algún lugar perdido en el norte de la provincia, espero que lea esto), que empezaban en inglés por estar con más gente, cambiaban a español cuando los demás se iban, volvían al inglés cuando nos costaba encontrar una palabra en español, y seguían cambiando. En el avión de vuelta, me llevó varios minutos recordar que "take off" en español se dice despegar. </span><br />
<span style="line-height: normal;">El día que hicimos snowshoeing (como caminar con una especie de raquetas de nieve) y dog sledding, no nos dejaron tiempo para cambiarnos el calzado y subimos al autobús para una hora de viaje. Después de cenar, volvimos a las habitaciones, y no es difícil imaginar cómo olerían nuestros pies mojados y sudados por aquel entonces. El olor siguió allí hasta el último día. Sin embargo, Luca dijo: "Estoy segura de que nuestra habitación no es de las peores. Me refiero, hay habitaciones de chicos. Y los chicos huelen mal". Aquella se convirtió en la frase del día.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Visitamos un museo en el que aprendí que los vikingos no eran tan bárbaros como los pintan las películas, apreciaban el arte, y exploraban territorios para encontrar un lugar mejor en el que vivir. En uno de esos viajes, encontraron Norteamérica, y el primer niño europeo nació en América siglos antes de que Cristóbal Colón la "descubriera". </span><br />
<span style="line-height: normal;">Vimos un partido de hockey de la NHL (National Hockey League), Ottawa Senators contra Montréal Canadiens. El estadio en Ottawa era inmenso, me impresionó más que el Bernabéu, supongo que porque estoy acostumbrada a ver estadios de fútbol pero no de hockey sobre hielo. Estaba lleno, no había asientos vacíos, incluso había gente de pie. Y nosotros, en antepenúltima, penúltima y última fila. A mí me tocó última. Al final, Ottawa ganó 5-0.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Visitamos un edificio antiguo con aspecto de castillo, Royal Canadian Mint, donde se fabrican las monedas de dólares y centavos canadienses. Aprendí un montón de cosas interesantes, como que el borde de las monedas está en relieve porque cuando eran planas la gente solía quitar el borde y venderlo, y con el borde en relieve puedes saber si están enteras; que en la última versión de las monedas canadienses, vigente durante los últimos 15 años o así, la reina de Inglaterra aparece sin corona para que los canadienses la sintieran más cercana, pues muchos no están de acuerdo con que siga siendo representante de Canadá; cada vez que cambian de monarca, el rostro en las monedas mira hacia el lado contrario para que la gente se de cuenta de que ya no es el mismo; las monedas de coleccionista bajan a la mitad de su valor cuando las sacas del plástico...</span><br />
<span style="line-height: normal;">Hicimos muchas otras cosas, como ir de compras, a un zoológico, al Parlamento... No tengo ni el tiempo ni la paciencia para contarlo todo.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Luca solo ha estudiado un año español, sin embargo, me sorprende cada vez que dice cualquier cosa. El alemán y el español no tienen una estructura tan similar, pero por alguna razón, comete pocos errores. Dice que se le ha olvidado mucho, pero si hablo despacio casi siempre me entiende, y sabe responder a casi todo si le dejas tiempo para pensar. En la excursión, de vez en cuando hablaba en español con Paula, y aunque ella parecía no estar escuchando, cada vez que decía "Madre mía", se reía. Parece ser que me he acostumbrado a decirlo cada vez que algo me sorprende, indigna, asombra... No tenía ni idea de que lo decía con tanta frecuencia hasta que se empezó a burlar y a repetirlo cada vez que lo digo.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Como es bien sabido, en las excursiones y en las competiciones no se duerme mucho. Y el último día nos tuvimos que levantar a las 4:45, pues el avión salía por la mañana. Así que ayer decidí irme a dormir temprano, y a las diez o diez y media ya había apagado la luz. Sin embargo, olvidé poner el despertador. No recuerdo qué soñé, pero sí que era algo largo y tedioso, y volvía a España. En mi sueño, lloraba y lloraba, me negaba a aceptar que la aventura se había terminado. No sería más que un sueño, pero sé que voy a llorar, y mucho, cuando vuelva. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Por la mañana, no sonó el despertador. De hecho, no lo puse la noche anterior. Abrí los ojos y miré el reloj. Las 12:15. Cogí el teléfono y confirmé mis sospechas: snow day. El sexto en lo que va de invierno.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Deshaciendo la maleta, me hace ilusión ver un par de souvenirs que compré y colocarlos en la estantería. Sin embargo, sé que los recuerdos más importantes no están en la maleta.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-23146727657659745052016-03-11T17:24:00.001+01:002016-03-11T17:30:35.388+01:00March break<span style="line-height: normal;">Hace no mucho tiempo, solía pensar que la vida es una cuestión de prioridades. Tienes 24 horas al día para hacer lo que quieras, como todo el mundo, y tú decides en qué convertirlas. Si tu prioridad son los deportes, no te pierdes un entrenamiento ni por el cumpleaños de un amigo ni por estudiar para un examen. Si tu prioridad es estudiar, el colegio es lo primero. Por supuesto que la mayoría de la gente tiene más de una prioridad, pero siempre habrá algo en primera posición y lo demás en segunda, tercera... Sin embargo, me equivocaba.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Ahora sé que la vida es una cuestión de prioridades y oportunidades. Y en oportunidades incluyo amenazas y posibilidades, el lado positivo y el lado negativo de todo el entorno exterior. Prioridades son las oportunidades que aprovechas y las que ignoras. Pero no puedes aprovechar una oportunidad que no tienes, y las oportunidades no las pides, solo las recibes y las aceptas. Llámalo azar, suerte, dios o destino, pero tú no lo controlas.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Esta mañana, al despertarme y leer un mensaje en el móvil de que hoy no había clase, volví a apagar la luz y dormí otras tres horas. Sobre las diez y media subí a desayunar, y comprobé que, en efecto, estaba cayendo una buena nevada. De pronto caí en la cuenta de que era viernes 11 de marzo, y hoy empezaba March break. Por lo tanto... ¡no tengo clase hasta el 21 de marzo! Desde el día 15 hasta el día 20 estaré, además, de excursión con otros internacionales de la provincia (entre ellos mis dos mejores amigas) en Montréal y Ottawa. Hay montones de actividades planificadas, en lo que será sin duda un March break para recordar.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Desde que los deportes de primavera empezaron, debo reconocer que me he pasado y me he apuntado a demasiadas cosas. Esgrima sigue hasta mayo, hockey se ha acabado (pero por fin tengo mi sudadera, que es lo que cuenta, ¿no?), y me he apuntado a badminton intramural (no competitivo), softball (parecido al béisbol pero con una pelota ligeramente más grande y blanda, pero que aun así duele bastante si te golpea), y track and field (atletismo). Sin embargo, districts (campeonato del distrito escolar), regionals (regionales) y provincials (provinciales) coinciden exactamente las mismas fechas en softball y en atletismo. Por tanto, tendré que dejar uno. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">El miércoles tuvimos otra excursión a esquiar. Como en la de enero, volví a escoger snowboard, y no me arrepiento de ello. Pese a algún que otro contratiempo, acabé en la pista más alta con Luca, también en snowboard, e Isaure, esquiando. Al ser una pista bastante larga, de vez en cuando alguna se caía o simplemente parábamos a sacarnos una foto. En snowboard, para levantarte tienes que atar ambos pies a la tabla e impulsarte para incorporarte. Pero yo no doy. Cada vez que lo intento, me caigo de culo. Luca no tiene más experiencia que yo, pero sí que se da incorporado. Y cada vez que yo no me daba levantado, dejaba su tabla de lado para venir a ayudarme.</span><br />
<span style="line-height: normal;">En las películas, los alemanes siempre son los malos. Luca es alemana, de un pueblo a las afueras de Múnich, y es una de las mejores personas que he conocido nunca. Y es increíblemente inteligente. No es rubia ni tiene ojos azules, apenas es un par de centímetros más alta que yo. De hecho, un profesor solía pensar que ella era española y yo alemana. Isaure es francesa, parisina, y la moda le da exactamente igual. Nunca había visto a nadie que vista tan extravagante como ella (y aquí hay mucha gente que si la temperatura es positiva vienen a clase en chanclas con calcetines); no tiene vergüenza, y aunque es la que peor inglés tiene de las tres, la mayoría de las veces acaba hablando por nosotras. Y yo... pues eso, todos conocemos el estereotipo de español: vago y fiestero. No creo que ninguno de los dos se me puedan aplicar en ningún contexto. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Es una amistad interesante, la nuestra. Históricamente, los franceses y los españoles no nos llevamos bien, y los alemanes y los franceses son enemigos. Me encanta romper estereotipos, cambiar las expectativas. Desafiar las leyes de lo que debe o no debe ser. No nacemos condicionados por nuestros genes para ser fiesteros, serios, tímidos, presumidos, trabajadores, vagos... La sociedad nos enseña a actuar de acuerdo con lo que se espera de nosotros, las expectativas que otros tienen. Para no ser "raros". Pues que viva la rareza y la insatisfacción con los estereotipos, porque si algo he aprendido en Canadá, es que nunca se cumplen.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-13900107637124577392016-03-03T22:10:00.001+01:002016-03-03T22:21:31.001+01:00Fin del hockey Parte 2: Play offs<span style="line-height: normal;">El martes salimos de clase una hora y media antes para ir a Lunenburg. Como cada vez que anunciaban por megafonía "All the senior girls hockey players please come to the lobby now", y yo me levantaba, toda la clase se me quedaba mirando preguntándose lo mismo pero sin atreverse a decirlo en alto. ¿Qué hacía yo, una estudiante internacional, jugando al hockey sobre hielo? El deporte más famoso de Canadá, el orgullo e identidad del norte... ¿y que una española formara parte de ello? No tenía sentido, pero ya nada lo tenía. Ni siquiera el hecho de que hubiera "sobrevivido al invierno". La de gente que no se creía que los que venimos de climas "cálidos" (todos los internacionales menos los del norte de Europa, vaya) podríamos convivir, e incluso disfrutar, con la nieve.</span><br />
<span style="line-height: normal;">A lo que iba, el martes teníamos el partido de playoff para clasificarnos para el campeonato regional. Ni siquiera recuerdo el nombre del equipo; en cierto modo me alegra haberlo olvidado. El entrenador de los chicos seguía usando en cada ocasión la nueva palabra que había aprendido, y las últimas palabras que le oí decir antes del partido y desde entonces, fueron "Kick their culo". Nuestro entrenador nos recordó que ya estábamos haciendo historia para el instituto presentándonos a un partido de playoff... que ya habíamos hecho historia creando el primer equipo femenino de hockey sobre hielo que Bridgewater High School ha tenido jamás, en sus más de 100 años de historia.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Desde el momento en que encontramos el edificio donde estaba el rink de hockey, no pude evitar pensar que por fuera parecía abandonado. Y por dentro, mucho peor. Hasta los locales decían que debía de haber fantasmas. Hacía frío, de hecho más frío que fuera, los vestuarios olían mal, las duchas daban miedo, las gradas estaban a medio destruir... Y para entrar en el hielo había un escalón de un metro de alto. Al principio no lo vi, y no fue hasta que estaba de segunda para bajar cuando me di cuenta de lo alto que era. Por si fuera poco, la parte de arriba también era resbaladiza y no había de dónde agarrarse. Sin tiempo para pensar, me vi resbalando y cayendo de culo en el hielo sobre mi botella de agua, que explotó. No pude evitar reír, pero no porque hubiera sido gracioso (que lo había sido) sino porque estaba terriblemente nerviosa. Aquel podía ser mi último partido de hockey sobre hielo durante el resto de mi vida y había empezado de culo. Emma me había visto caer y aterrizar sobre mi botella, y le pidió a su madre (que también me había visto caer, creo que todo el mundo lo vio), que la fuera a rellenar. Les di las gracias a las dos, pero Emma no me miraba como miras a una amiga a la que se ha caído de culo y ayudas a levantarse (aunque es mi amiga, me caí de culo y me ayudó a levantarme). Me miraba con una mezcla de pena, decepción, impaciencia y algo que no lograba identificar. No sé por qué, pero Emma, pese a ser un año más pequeña que yo, siempre me ha hecho sentirme pequeña a su lado. Físicamente es mucho más alta que yo, algo a lo que no estoy acostumbrada, pero aparte de eso... es como si llevara veinte años en el instituto y lo conociera todo, como si nada pudiera sorprenderla. Nunca la he visto asustada por nada, ni siquiera por la derrota. Lo acepta, frunce el ceño brevemente, y se guarda cualquier comentario para sí misma. Y es una de las mejores del equipo (es una de las mejores en todo lo que le he visto intentar), así que podría decirse que no perdemos por su culpa.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Por alguna extraña razón, mi nombre estaba en la alineación inicial. Lo entiendo cuando tenemos un banquillo de tres personas, pero ese día nos las habíamos arreglado para reunir a todo el equipo. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Lo noté desde el primer momento, pero traté de convencerme de que no estaba pasando. Las heridas de los pies del fin de semana habían empeorado. Una de ellas se había infectado. Me costaba patinar, y aunque lo daba todo por mantener el ritmo, estaba siendo lenta. Sin embargo, nadie me dijo nada, nunca me dijeron las cosas que no hacía, sino las que hacía bien, y modos de mejorar. Supongo que no había tiempo para crear un equipo decente y querían que me llevara una buena sensación. O me vieron en el primer entrenamiento y se dieron cuenta de que había mejorado tanto que no había ninguna razón para quejarse en aquel último partido.</span><br />
<span style="line-height: normal;">No gracias a mí, marcamos el primer gol. Creo que fue Emma, o Maddie, puede que Rachel. Las chicas del otro equipo eran buenas. He de decir que posiblemente mejores que nosotras. En el segundo tiempo empataron, y en el tercero nos volvimos a poner por delante. Creo hablar en nombre de todo el equipo cuando digo que ya estábamos soñando con los regionales. Íbamos ganando 2-1 y apenas quedaban un par de minutos, ¿qué podía pasar? ¿Que nos empataran? Imposible. Pero lo hicieron.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Al acabar 2-2, los árbitros acordaron con nuestro entrenador y el del otro equipo jugar una prórroga de cinco minutos con cinco jugadoras, contando la portera, por equipo. Muerte súbita. Las primeras en marcar se llevaría la victoria. Aquello iba en serio, y lo sabíamos, por eso no protestamos cuando el entrenador escogió a las mejores jugadoras. Por alguna razón, me acordé de aquella serie policíaca que solía ver en España, Castle, y cómo la madre de una de las protagonistas había sido asesinada en un callejón, tras una vida llena de gloria. O de los héroes de las series que veía de pequeña, cuánto querían morir por todo lo alto. No podía evitar pensar que un estadio así es al que un equipo solo va a una cosa... a morir. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Por mucho que intenté quitarme la idea de la cabeza, no pude. Y acabó por hacerse realidad. Ni siquiera llegué a jugar en aquella prórroga, en aquel "ganar o morir", ni pude ver el gol que supuso nuestro fin como equipo. Supongo que no fue culpa de Katie por no parar ese tiro a tiempo, ni de Emma por no llegar a defender, ni mía por no haber jugado mejor antes, ni siquiera de la jugadora del equipo contrario que marcó ese último y decisivo gol. No era culpa del otro equipo celebrar aquella victoria. Había sido para ellas una remontada, no tenían por qué compartir nuestra perspectiva, habían aprovechado su oportunidad y habían ganado. Pero sigo buscando un culpable. Lo hace más fácil, más llevadero. Y más cobarde. Por eso me alegro de no recordar el nombre del equipo, y de no haberle visto la cara a la la chica que marcó el gol decisivo. </span><br />
<span style="line-height: normal;">En el vestuario, el entrenador nos intentó animar diciendo que ahí fuera habíamos sido un equipo. Dijo que era difícil de creer que el grupo de chicas que se había presentado en el primer entrenamiento fuéramos nosotras. Dijo que deberíamos sentirnos orgullosas de haber llegado tan lejos. Y no creo que se lo estuviera inventando ni lo dijera para hacernos sentir mejor. Creo que hablaba en serio.</span><br />
<span style="line-height: normal;">No sólo a mí me costaba creer que aquello fuera todo, que se hubiera terminado. Cuando el entrenador mencionó devolver las camisetas, nos pilló por sorpresa. </span><br />
<span style="line-height: normal;">-Pero... ¿no podemos jugar un último partido? ¡Quiero volver a jugar contra Park View! -dijo Kelsey.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-¡Sí, sí! La hermana mayor de una niña que me cae mal juega en el equipo de Park View, ¡quiero que sienta la derrota! -exclamó Rachel. A sus doce años, es la más joven del equipo, y una de las mejores jugadoras.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-Además -añadió Kelsey-, tenemos que estrenar las sudaderas.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Las sudaderas, lo único que nos mantendría como parte del equipo una vez devolviéramos las camisetas. Las sudaderas, que deberían haber llegado antes del torneo de Barrington, pero no llegaron a tiempo para ningún partido.</span><br />
<span style="line-height: normal;">El entrenador nos miraba, sin contestar.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-Lo intentaré, pero no prometo nada -dijo por fin. A día de hoy sigo sin saber nada de las sudaderas ni del posible partido contra Park View.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El miércoles, en clase, todo se había acabado. Era tan obvio... Veía a las chicas de mi equipo por los pasillos, pero ninguna me saludaba, o sonreía, o hacía cualquier mínimo movimiento para mostrar que me había visto. No. Seguían mirando al móvil o al suelo. En clase de francés, estábamos jugando a "El pueblo duerme", o como quiera que se llame el juego, y acusé a Maddy de ser el lobo solo para que me mirara de una vez. Lo conseguí, me miró, pero parecía que no me conociera. No como si se hubiera acabado la temporada de hockey, sino como si nunca hubiera tenido lugar. A medida que pasaron los días, la cosa mejoró ligeramente, pero no volvimos a compartir esa camaradería que teníamos antes. Supongo que es como los amigos del colegio con los que te dejas de hablar cuando se cambian de instituto. Básicamente porque todo lo que teníais en común era el edificio en el que estudiábais.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Afortunadamente, no tuve tiempo para echar de menos los deportes. Lo único que no va por temporadas es esgrima, pero porque no es una actividad del colegio. Además, es solo un día a la semana. Así que aunque cada martes desde octubre hasta mayo vaya a esgrima, eso no me llega. El jueves empezó bádminton "intramurals", solo por diversión, no competitivo. Tuvimos un par de entrenamientos y me gusta el ambiente. No tenemos un entrenador propiamente dicho, es solo un profesor supervisando, no sé ni si sabe de bádminton. Tampoco me preocupa. Voy con mis amigas, las deportistas y las que se cansan con subir las escaleras, las que se lo toman en serio y las que solo van a pasarlo bien. El lunes, en nuestro segundo entrenamiento, el profesor (que parece ser, sabe de bádminton), nos preguntó si nos gustaría competir. Yo no dudé en decir que sí, no porque me encante el bádminton ni porque crea que juego muy bien, sino porque sentí que necesitaba rodearme de otros deportes lo antes posible. Las competiciones durarían el mes de abril, y si hay más chicas de nuestra edad que quieran ir, tendríamos que jugar contra ellas y las mejores irían a competir, pues hay límite de participantes por colegio.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Ayer, durante los "anouncements"... No sé cómo traducirlo. ¿Anuncios? ¿Noticias? Es algo que no tenemos en España. A primera hora, suena el timbre y ponen el himno, y después alguien lee los anouncements por megafonía, cosas como cuándo son las pruebas para cierto deporte, qué venden ese día en cafetería a la hora de la comida, victorias de el equipo del colegio de cierto deporte... Pues eso, que en los anouncements dijeron que este domingo sería el primer entrenamiento de atletismo. No me lo podía creer. Me habían dicho que siempre empezaban después de March Break (vacaciones de primavera, como en España Semana Santa pero coincide un par de semanas antes) o más tarde si todavía quedaba nieve. Pero resulta que estamos teniendo un invierno inusualmente "cálido". No sé si "cálido" comparado con el año pasado, ese invierno tan duro del que todo el mundo habla, o comparado con el promedio de invierno que suelen tener. La verdad, si no tenemos más tormentas de nieve, he de decir que mi "Canadian winter" ha sido decepcionante.</span><br />
<span style="line-height: normal;">En nuestra hora libre, Luca y yo fuimos a preguntarle al profesor de educación física y entrenador de atletismo, si tenían todas las pruebas. Las nombró, y creo que salvo lanzamiento de martillo, salto de pértiga y marcha, las dijo todas. </span><br />
<span style="line-height: normal;">¡Ah, y softball! Había olvidado que me he apuntado a las pruebas de softball. Ahora que tengo bádminton y atletismo, no creo que softball sea lo mío. Softball, por cierto, probablemente tenga una traducción al español que ignoro. Viene siendo béisbol con una pelota más grande y blanda, básicamente. Supongo que probaré al principio, por si se da un hipotético caso en el que me gusta, pero las competiciones de atletismo y softball coinciden casi siempre, así que llegados a cierto punto tendría que escoger.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-39031156110101074862016-03-01T01:27:00.001+01:002016-03-01T01:28:22.112+01:00Fin del hockey Parte 1: Torneo de Barrington<span style="line-height: normal;">Mi vida como jugadora de hockey duró mucho menos de lo que me hubiera gustado. No sería la mejor del equipo, ni siquiera habré marcado un solo gol, pero disfrutaba con cada entrenamiento, con cada partido. Y sentía que mejoraba. Que al luchar por el pock lo conseguía más y más veces. Que entendía las jugadas y tácticas que empleábamos. Que sabía lo que tenía que hacer. No puedo ni explicar cuánto voy a echarlo de menos.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El fin de semana pasado tuvimos un torneo en Barrington. Somos un equipo pequeño, muy pequeño, y ni siquiera todas las jugadoras vinieron al torneo. Estábamos bajo mínimos, literalmente, no sé por qué nos dejaron jugar. Deberíamos ser más de 10; éramos 9. El resto de lo equipos rondaban 15 jugadoras, pues aunque solo una portera y cinco jugadoras están en el hielo, en el hockey se hacen cambios constantemente. Es un deporte muy intenso y casi sin pausas. Cada 2-5 minutos, cambiamos de jugadoras. Pero siendo tan pocas, los cambios son más largos y los descansos más cortos. Y por si fuera poco, tuvimos tres partidos en el mismo día.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El primer partido no era una amenaza. Contra Barrington, el equipo anfitrión, ya habíamos jugado antes, y ganado por goleada. No nos costó demasiado volver a hacer lo mismo. El resultado: 0-5. Como anécdota, Darla consiguió una penalización. Otra vez, al igual que la última vez que jugamos contra ellas. Lo irónico es que juega más o menos como yo, pero sus habilidades como patinadora... diría que le queda por mejorar. Pues allí iba Darla, cogiendo velocidad hacia la portería contraria, esperando un pase que nunca llegó... y al ir tan rápido, no le dio tiempo a frenar y se llevó por delante a una defensa. Creo que le cayeron tres minutos de penalización.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Después del primer partido fuimos a comer a una pizzeria. Quién nos iba a decir que en un pueblo en medio de ninguna parte podría haber restaurantes. Mientras esperábamos por la comida, Emma y alguien más estaban hablando de atletismo. Emma decía que ella se negaba a correr, que lo que le gustaban eran los lanzamientos. No creía haber oído bien, por lo que le pedí que se explicase. </span><br />
<span style="line-height: normal;">-El atletismo se divide en carreras, saltos y lanzamientos.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-No me digas -respondí, riéndome. Probablemente supiera bastante más de atletismo que ella, pero Emma solo me había visto en un deporte, hockey, y en el primer entrenamiento no sabía ni cómo coger el stick. Probablemente se diera cuenta entonces de que yo sabía de lo que hablaba, pues fue directa al grano.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-¿Qué prefieres?</span><br />
<span style="line-height: normal;">-Lanzamientos -dije sin dudar. Ella sonrió.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-A mí me gusta el lanzamiento de disco. Peso es aburrido, no se mueve nada... Y jabalina me da miedo darme en la espalda o algo...</span><br />
<span style="line-height: normal;">-Yo prefiero el lanzamiento de martillo. Pero sobre los demás, igual que tú.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-No tenemos lanzamiento de martillo -dijo Emma-. Al menos no que yo sepa...</span><br />
<span style="line-height: normal;">Sonreí y dije que no pasaba nada, aunque aquello me entristeció bastante. Días después pregunté a alguien más y recibí la misma respuesta: no al lanzamiento de martillo.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Por la tarde jugábamos nuestro segundo partido. Al igual que yo, el resto de mis compañeras de equipo estaban cansadas. "Y aún nos quedan otros dos partidos...", pensábamos todas. Al salir al hielo, me di cuenta de que los patines empezaban a hacerme daño. Aquello me costaría una ampolla en poco tiempo. Empezó el primer periodo y nos despertamos de golpe. Nunca habíamos jugado contra un equipo tan bueno, y de algún modo, pese a ser un periodo jugado entero en nuestro campo y con infinitos disparos a nuestra portería, conseguimos mantener el marcador a ceros. Fue gracias a Katie, nuestra portera, hermana de Emma. Katie tendrá tan solo catorce años, pero es bastante más alta que yo. Y Emma tendrá quince, pero puede que sean más de quince los centímetros los que me saca. Emma juega de defensa, y a veces las jugadoras del otro equipo se acercan a nuestra portería y empujan o intentan tirar a Katie. Es una estrategia para dejar nuestra portería desprotegida, pero nunca les funciona. Porque en ese momento veo a Emma llegar y plantarse en medio, amenazadora, protegiendo a su hermana pequeña, protegiendo a nuestra portera. Nunca sé por qué razón se la ve tan segura plantando cara, aunque ella insiste en que sea quien sea la persona que cubre nuestra portería, una de las labores de ser defensa es proteger a la portera.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">En el descanso tras el primer tiempo, el entrenador de los chicos (que es bastante mejor entrenador que el nuestro) intentaba ser optimista.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-Son un gran equipo, ¡y todavía no nos han marcado! Están perdiendo la paciencia, ¡ahora es nuestra oportunidad!</span><br />
<span style="line-height: normal;">Pero se equivocaba. No es que se equivocara, tan solo nos contaba una mentira piadosa. Sabía perfectamente que las chicas del otro equipo controlaban el partido. También era consciente de que ellas lo sabían. Y de qe en cualquier momento lo inevitable iba a pasar.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Estábamos cansadas. Nos faltaban fuerzas para impedir lo inevitable. Pero ni Katie es invencible ni Emma llegaba siempre a tiempo para ayudarla. En el segundo tiempo, el verdadero partido empezó. Uno tras otro, las chicas de Middleton empezaron a marcar goles. Nunca había tenido que defender tanto siendo ala, no defensa, y por fin entendí la razón por la que llevamos tantas protecciones. Un codazo me dejó un moratón que aún no se me ha pasado y cuando una delantera lanzó el pock y me golpeó en el cuádriceps, pese a llevar pantalones acolchados con los que no sientes nada al caer, ese pock me dolió bastante más que cuando Sara accidentalmente lanzó un disco de metal contra mi pierna el año pasado.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El partido acabó en un desmotivador 7-0. El tercer tiempo no estuvo tan mal, y varias veces estuvimos cerca de marcar un gol. El entrenador de los chicos empezó a animarnos para que jugáramos de forma ofensiva y no defensiva. Logré escuchar cómo nuestro entrenador le preguntaba en privado que para qué, si el partido ya estaba perdido. Él dijo que era bueno para nuestra autoestima estrenar el marcador. Nunca lo conseguimos.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Entre el segundo y el tercer partido no había mucho tiempo, por no decir casi nada. Intentamos animarnos un poco, pero estábamos bajo presión. Ganar significaría pasar a la final. Perder, final de consolación. En los primeros minutos de partido, quedó claro que Hans East no era Middleton. Tenían un par de buenas jugadoras, pero eso era todo. La mayoría eran de nuestro nivel, o incluso algo peores. A los pocos minutos, marcamos el primer gol. Desde ese momento supe que íbamos a lograrlo. Nos empataron e incluso llegaron a superarnos 2-1, pero pronto remontamos. En el descanso, el entrenador de los chicos propuso la idea de que les insultara en español. Yo me negué, y él pareció olvidarlo, pero al rato me preguntó cómo se dice "butt", y me pregunté si sería más apropiado algo como trasero o culo. Llegué a la conclusión de que nunca conseguiría que pronunciaran trasero, así que me limité a decir culo. Se pasó el resto del partido diciendo "Take your culo out there and beat them" (Sacar vuestro culo ahí fuera y a ganar), "Kick their culo!" (Patearles el culo), "Move your culo" (Moved el culo)... Según Jessica, su hija, que también juega en el equipo, se pasó todo el fin de semana repitiendo la dichosa palabra. Desde mi corta experiencia jugando al hocket, fue el mejor partido que he jugado jamás. El resultado, 2-5, pasamos a la final.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Llegué a casa cansada y emocionada por partes iguales. Me fui a dormir con una sonrisa de satisfacción. Había sido un día muy largo, y al día siguiente tendríamos que enfrentarnos otra vez a Middleton. Sabíamos que íbamos a perder, pero salir ahí y perder con dignidad nos dejaría en segundo puesto, no parecía mal trato. Por la mañana, cuando sonó el despertador, creía no haber dormido nada, pese a que habían sido al menos nueve horas seguidas. Intenté levantarme y me dolía todo, desde ampollas en los pies hasta dolor de cabeza. Cogí el móvil para ver si tenía mensajes y vi un email del entrenador. El partido había sido suspendido. No teníamos gente suficiente para jugar, y debo admitir que me alegré. Era una victoria fácil para Middleton, tendríamos que habérselo puesto más difícil, pensé. Pero por otro lado, éramos muy pocas y no conseguiríamos de ningún modo un resultado mejor que el del sábado. De haber jugado, hubiéramos tenido suerte si nos caían menos de diez goles a cero. El lunes, en el instituto, me enteré de que al retirarnos la victoria era para Middleton, obviamente, pero el "resultado" había sido 5-0. Bromeamos entre nosotras diciendo que lo habíamos hecho mejor que el sábado, que solo nos habían marcado cinco goles. En teoría, habíamos ganado la plata. Aún hoy estamos esperando esas medallas.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-11714272759409106302016-02-15T21:53:00.001+01:002016-02-15T21:53:25.178+01:00Segundo semestreEl primer día de clase del segundo semestre, siento algo que no me gusta. Me da la sensación de que esto es otro principio, y a mí siempre me han gustado los principios. Te dan la oportunidad de empezar de nuevo, de arreglar los errores, de mejorarlo todo. No me gusta la palabra perfección, prefiero dejarlo en mejora. Sin embargo, esta vez no quería volver a empezar. El primer semestre había sido demasiado bueno para dejarlo atrás, olvidado, y tenía miedo de empezar uno nuevo en que todo podría salir mal. Pero esta vez, los días pasaron despacio, dándome tiempo para acostumbrarme a cada nuevo profesor, clase y asignatura. Y aunque sigo echando de menos las asignaturas, profesores y compañeros de clase del primer semestre (sobre todo Sociología y Matemáticas), no tengo de qué quejarme este semestre. Sigo con Inglés, y escogí Francés, Derecho e Historia Canadiense. Por ahora la que más me está gustando es Historia Canadiense. <div>
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<span style="line-height: normal;">Me dieron las notas del primer semestre, que aunque podían haber sido mejores, no están del todo mal. Mi peor nota ha sido en arte, un 88%. En mi defensa he de decir que tenía dos asignaturas al mismo tiempo, inglés y arte, y el examen fue el último día de la semana, cuando estaba tan cansada que no me acuerdo ni de lo que escribí. La siguiente nota fue en biología, un 89%, que podría ser un 90%, suena mejor... La que sí es un 90% es mi nota de matemáticas, y hubiera sido bastante más alta de haberme esforzado más. Pero siendo un estudiante internacional, ¿quién tiene tiempo para estudiar? En inglés 93%, a pesar de que el examen fue el que peor me salió de todos. Y por último, sociología, con un 96%.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">El fin de semana de San Valentín lo pasé en una casa en medio de ninguna parte sin WiFi. Nunca había estado tan contenta de no tener WiFi. Porque no solo estaba en una casa enorme al lado del mar con vistas espectaculares, sino que además estaba con dos de mis mejores amigas. Recuerdo paseos por la playa llena de nieve sacando fotos impresionantes y nunca decidiéndome entre el quitarme los guantes para sacar fotos o ponérmelos porque estamos a -20 grados. Pasar el tiempo viendo películas de Harry Potter riéndonos del acento británico de los actores. Leer The Kite Runner (o en español, Cometas en el cielo) bajo la luz de un sol espléndido que entra por la ventana, engañándonos, haciéndonos creer que hace bueno. Si algo he aprendido de los inviernos canadienses, es que lluvia equivale a calor (temperaturas positivas, vaya) y sol equivale a viento y frío glacial. Recordaré este fin de semana por el puzle que nunca llegamos a terminar, por la chimenea alrededor de la que nos sentábamos después de cenar, por la bandera de Cataluña que guardaban los Eisner (la host family de Isaure, con quien pasamos el fin de semana) como recuerdo de Xenia, una catalana que estuvo con ellos hace dos años con la misma beca que yo. Y la playa, el mar, el sonido de las olas, el sabor del hielo salado... Creo que puedo decir que no me importaría vivir en Green Bay.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">El profesor de Historia Canadiense se niega a usar un libro de texto. Dice que la historia siempre tiene más de una perspectiva, y siguiendo un guión definido por otra persona nos hace ver la historia desde el punto el vista que el autor quiere transmitir. Por ejemplo, leímos dos documentos con diferentes puntos de vista hacia el descubrimiento (o invasión) de América. El primero, narrado por un soldado europeo, me hacía querer sonreír y no tener miedo a decir que fueron mis antepasados. El segundo, desde la perspectiva de un nativo americano, me hacía bajar la cabeza y avergonzarme de ser española. Al rato me di cuenta de que ninguna de las dos actitudes era correcta, pues no era ni mi culpa ni gracias a mí que Cristóbal Colón descubriera o invadiera América.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">Al profesor de historia tampoco le preocupa que aprendamos fechas y datos que no nos van a servir para nada en la vida y podemos encontrar en Internet con un solo clic. "Si con 16 años aún no sabéis el año de la independencia de Canadá, probablemente no lo sabréis nunca", dijo. Nos explicó que el sentido de la historia es reflexionar sobre lo que ocurrió y no simplemente memorizarlo. Me acordé de todas las cosas útiles que había aprendido, y no memorizado, en el primer semestre. Que sí, que teoría había, pero lo que importa es cómo la llevas a la práctica. Y de la de veces que en España algún profesor me había tachado una pregunta porque "No lo explicas igual que en el libro". "Lo siento profesor", quiero decir todas esas veces, "olvidé que se supone que soy un robot que retiene información, y que no hay necesidad de pensar para ello". Pero ¿qué sentido tiene retener fechas y nombres que no significarán nada para mí el día después del examen?</span></div>
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<span style="line-height: normal;">A veces pienso que mi sueño se hace realidad y un día llego a ser escritora. No solo eso, sino que llego a ser tan importante que aparezco en los libros de texto del futuro. Me imagino a niños y niñas memorizando mi fecha de nacimiento, muerte y publicaciones. Los imagino tratando de recordar por orden cronológico los nombres de los libros que habré escrito. Y olvidándolo todo después del examen, desaciéndose de mi historia como quien tira un muñeco roto. ¿Y todo para qué? Horas delante de un libro que alguien ha definido para ellos, recordando el contenido que nunca les servirá para nada en la vida. Por mucho que me guste llegar a tal importancia, lo rechazaría sin dudarlo si mi nombre llega a ser el título de un nuevo tema en el libro de literatura. No solo porque una generación crecería deseando que nunca hubiera existido, sino porque vivirían pensando que la educación consiste en perder el tiempo delante de un libro que nunca les hará pensar. Ni les ayudará a sobrevivir. Ni a aportar nada positivo a la sociedad. Y memorizar será todo lo que sabrán hacer.</span></div>
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<span style="line-height: normal;">A veces pienso que exagero, que no nos han domado todavía, que buscamos pequeñas oportunidades para expresar nuestra individualidad, para decir que somos únicos. Que todavía hay esperanza. Hasta que soy testigo de cómo mis compañeros de clase le piden al profesor que todas las preguntas sean de teoría, o cómo los profesores de historia o lengua se atreven a quejarse de nuestra falta de expresión escrita si apenas hacemos una o dos redacciones al año, o cuando es nuestra culpa sacar malas notas porque "no se esfuerza", "no trabaja lo suficiente", "no hace las cosas como se le dice que hay que hacer". Dejas de ser una persona para convertirte en... un número. Llevo toda mi vida luchando por ser un 10, o al menos un 9. ¿Por qué? Porque me dijeron que así llegaría lejos. Y aquí estoy, a 3500 km de mi casa.</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-86296640602990759092016-02-01T05:26:00.000+01:002016-02-01T05:26:46.412+01:00Fin del primer semestre<span style="line-height: normal;">Después de aquel lunes tan loco en el que viajé dos horas de ida y dos de vuelta para jugar un partido de hockey, pasaron millones de cosas, entre ellas los exámenes finales del primer semestre. Es por eso que no he vuelto a escribir. Ayer tuvimos nuestro tercer partido contra Barrington, y a diferencia de aquel 1-4 con el que habíamos salido victoriosas dos semanas atrás, el resultado esta vez fue... 10-0. Ganamos 10-0 sin haber entrenado ni una sola vez desde la última vez que jugamos contra ellas, por el mundial de sled hockey que de entre todas las ciudades de todos los países del mundo, tocó en mi pueblo. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Llevo sin ver el suelo desde el año pasado. En Nochevieja nevó, y desde entonces solo ha nevado más. De vez en cuando las temperaturas suben de 0 grados y hace sol, lo que hace que la nieve se derrita parcialmente, convirtiéndose en una mezcla desagradable de barro y hielo. Me sorprende la de cosas en mi forma de pensar que han cambiado, como llamarle calor a 0 grados (y decirlo en serio) o decirle a alguien "In English, please", cuando te dicen una expresión en otro idioma. Hace un año consideraba 0 grados frío glacial y cualquier expresión inglesa que no entendiera se veía arreglada con un "In Spanish, please".</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Un semestre se ha acabado, dejando buenos y malos recuerdos. Pero qué digo, solo me quedan buenos recuerdos. Si pasaron cosas malas, quedaron atrás, eclipsadas por la luz del lado bueno de las cosas. Conocí a gente maravillosa que seguirá formando parte de mi segundo semestre, y a gente igual de genial que probablemente nunca vuelva a ver. Ya no soy tan pesimista hablando del nunca volver a ver a alguien. La vida da muchas vueltas, y las distancias son cada vez más fáciles de cruzar. Si de verdad quiero volver a ver a alguien, lo volveré a ver. He hecho cosas más difíciles.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Mañana llegaré al instituto y echaré de menos un puñado de caras conocidas, también descubriré alguna que otra cara desconocida. Empezaré nuevas asignaturas con nuevos profesores y nuevos compañeros de clase. Me recuerda a septiembre, ese mes tan extraño, y me da miedo volver a aquella inseguridad de no conocer a nadie. Pero aunque sea un semestre nuevo, el anterior no se ha borrado. Probablemente coincida en clase con gente que ya conozco, puede que con algún amigo, los profesores se volverán a dejar media clase tratando de pronunciar mi apellido (y de entender por qué la U de Quiroga no se pronuncia) y preguntándose por qué tengo dos apellidos (debe de ser España el único país en que las mujeres no cambian su apellido al casarse y los hijos heredan el nombre de ambas familias...). Todavía no tengo todos los resultados de los exámenes, y las notas me las dan el 19 de febrero, lo que hace que tenga la sensación de que no se ha terminado el semestre. Espero volver a clase mañana y escuchar el "Good morning Sociology 12" de cada lunes a primera hora, pero no estaré allí, si no en Canadian History 11 (12 representa el Grado 12, equivalente a 2 de bachillerato, y 11 representa el Grado 11, equivalente a 1 de bachillerato). En el primer semestre escogí Sociology 12, Mathematics 11, Art 11, English 11 y Biology 11. En el segundo semestre sigo con English 11 porque es todo el curso, luego Law 12, Canadian History 11, y French 11. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Solo sé la nota de dos exámenes: un 91% en Biología con el que me queda una media de 89% y un 96% en Sociología con el que me queda una media de 96%. A pesar de no saber sobre las demás asignaturas, Sociología es sin duda mi mejor nota. Ojalá pudiera coger esa asignatura otra vez, jamás me aburriría de ella. Entiendes el mundo un poco mejor, mucho mejor, y las cosas empiezan a tener sentido. Mi tema favorito fue el de Criminología. No entiendes tan solo la razón por la que los criminales son criminales, sino también por qué los demás no lo somos. Explicaría todas y cada una de las teorías, pero no creo que a nadie a parte de a mí le interesen. Con esa asignatura entendí la sociedad en la que vivimos, en la que hemos vivido siempre aunque haya evolucionado. Entendí las diferencias entre culturas, el proceso de socialización por el que todo humano pasa, y cómo de relativo es el bien y el mal. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Pero no solo en Sociología aprendí cosas inolvidables. En Biología, por ejemplo, estudiamos a fondo la nutrición, respiración, circulación y bastante bioquímica (entre más temas de los que no me acuerdo), con lo que ahora lo entiendo todo paso al paso. En España, habríamos estudiado el doble de temas con tanta prisa que al final de curso se me habría olvidado absolutamente todo. ¡Ah, casi se me olvida, en la semana antes de los exámenes diseccionamos una rana! Puede parecer divertido, pero creedme, no lo es. Huele muy mal y es desagradable al la vista, al tacto y hasta al oído cuando cortas la piel. Fuimos por parejas, pero el segundo día (en el que había que identificar los órganos, sacarlos de la rana y partirlos a la mitad para ver cómo son por dentro), Myia estaba enferma, con lo que me tocó lidiar con Experiment 626 (había que ponerle un nombre y no le queríamos coger cariño, además, ni siquiera sabíamos si era macho o hembra) a mí sola. Dejemos biología atrás, y vamos a matemáticas. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">En matemáticas, en vez de la sensación a la que tanto estoy acostumbrada de que en cuanto entiendo un tema cambiamos al siguiente, tuvimos tiempo para practicar y practicar de todo. Quizá aprendí menos que los de mi edad en España, pero lo que aprendí no se me olvida. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">En inglés hicimos redacciones, relatos, analizamos poemas y leímos bastante. No estudiamos gramática ni historia de la literatura, que si no vas a estudiar filología de poco te sirven, hicimos lo que todo el mundo debería saber hacer al graduarse: leer y escribir. Los profesores de historia en España se quejan de nuestra terrible expresión escrita en los exámenes, pero entre siglos de literatura y oraciones que analizar, no queda hueco para una triste redacción. Cualquier robot puede retener información, pero solo un cerebro humano es capaz de pensar. Siento que los últimos 13 años de mi vida me han enseñado a ser un robot. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Y por último, arte. Con tan solo tres horas a la semana durante un semestre, recordé la perspectiva que conozco desde 1 de la ESO y aprendí la perspectiva de 2 puntos de la que nunca había oído hablar antes. Entendí el Impresionismo, Expresionismo, Cubismo, Surrealismo y Pop Art. Pero no estudiándolos, sino llevándolos a la práctica. Investigando el sentido de cada movimiento artístico, el estilo, significado... y haciendo una pintura (o escultura, mural, o cualquier otra expresión artística). Y así, sin abrir ningún libro, conocía la filosofía de cada movimiento, artistas, la etapa histórica en que situarlos y lo mejor, cómo llevarlos a la práctica.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Algo que aprendí el otro día en sociología de lo que no tenía ni idea es que las noticias deberían cambiar. Cuando hay asesinatos, debería glorificarse a la víctima y no hacer famoso al asesino. Hay gente cuya vida está tan vacía que saber que serán famosos es el último empujoncito que necesitan para cometer un crimen. Además, cuantos más crímenes se televisan, más gente comete crímenes porque "no están solos". En cambio, los suicidios por ejemplo no salen en las noticias. A no ser que haya un motivo importante se trasfondo, no se televisan, porque está científicamente demostrado que de hacerlo, gente que se está planteando el suicidio lo llevará a cabo. ¿Cuántas veces hemos escuchado el típico "¿Si tu amigo se tira por un puente tú vas detrás?" al que hemos respondido que no como máquinas programadas para defender nuestra individualidad? Desde el punto de vista de la sociología, sí que irás detrás. Por eso es tan importante rodearse de buena compañía. Somos seres sociales, lo quedamos o no, y nuestra forma de ser se verá definida por los grupos de los que formamos parte.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-33738565746752765762016-01-13T23:12:00.001+01:002016-01-13T23:12:15.970+01:00Senior Girls Hockey team<span style="line-height: normal;">Se acercaba el día de las entrevistas orales para los candidatos a la beca Amancio Ortega, gracias a la que yo estoy aquí. Dicha fundación escribió un post en Facebook, y en los comentarios puse "Mucha suerte a todos", al igual que hizo otra gente. Pero luego me di cuenta de mi error. Puedes desearle mucha suerte a toda una clase antes de un examen, pues la nota que saque uno no influye a la de los demás, todos podrían aprobar. Sin embargo, esa entrevista era una competición. La suerte de uno se convertiría en la desgracia de otro, aunque ellos nunca sabrán quién fue el último seleccionado y el primero sin seleccionar. Puede que yo fuera el número 100 de la lista. O el número 1, ¿quién sabe? Desearle buena suerte a todo el mundo es inútil. Si todos lo hacen bien, saldrán los mismos becados que si todos lo hacen mal. ¿Y si deseara suerte solo a los que se merecen la beca? Sería la solución, por supuesto, pero ¿cómo saber quiénes se la merecen? Así que al final desisto, le deseo buena suerte a todo el mundo (más que nada para que no se sientan solos, consigan la beca o no), y confío en que la Fundación Amancio Ortega sabrá qué hacer. Sea cual sea su criterio, a mí me escogieron.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Fuera, nieva con fuerza. No siento el frío del agua congelada, ni la fuerza del viento, ni la temperatura bajo cero del ambiente. Solo veo nevar al otro lado de la ventana del coche de los padres de Darla, quien se sienta a mi izquierda; a su otro lado está Céline. Predicen una tormenta de nieve para el miércoles, por lo que probablemente no tengamos clase el jueves. Lo cual no me agrada, pues todos los estudiantes internacionales vamos a esquiar ese día. Espero que no haya que cancelarlo. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Pero mirando por la ventana y viendo la nieve caer, solo puedo sonreír. Desde Barrington hasta Bridgewater hay casi dos horas de viaje. ¿Que qué hago un lunes por la tarde lléndome tan lejos? La respuesta: hockey. Hockey sobre hielo, por supuesto, qué si no en un país seis meses congelado. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Miro al pasado, al yo que llegó aquí en septiembre. Ese pato mareado sobre el hielo que cada poco tenía que agarrarse a la barandilla para no caer. Fue coger la costumbre de ir a patinar todas las semanas y mejorar lo impensable. No digo que sea una profesional, ni mucho menos, pero puedo frenar, patinar hacua atrás, girar ágilmente y hasta alcanzar más velocidad que mi máxima velocidad corriendo (quizá no esprintando pero sí en distancias a partir de 100 metros). Y ahora subo al siguiente nivel, atreviéndome a jugar al hockey.</span><br />
<span style="line-height: normal;">En el primer entrenamiento, a finales de noviembre, no sabía cómo coger el stick. Fui con un stick de diestros y me costaba demasiado manejarlo, por lo que el entrenador pensó que probablemente fuera zurda. "No creo", le dije, "soy diestra en todo". Él insistió en que hay diestros para escribir que son zurdos en hockey. Pero con la de distintos deportes que he probado, siendo diestra en todo, ¿qué sentido tendría ser zurda en hockey? Ninguno, pero lo soy.</span><br />
<span style="line-height: normal;">En el segundo entrenamiento, me caía yo sola patinando. No me acostumbraba a todas las protecciones ni a sujetar algo con las manos mientras patinaba. Tan solo tuvimos un entrenamiento a la semana, y descanso en Navidad. El domingo tuvimos nuestro primer partido, contra las chicas de Park View. Decir que estábamos desorganizadas es ser demasiado benevolente. Lo nuestro se llamaba caos. Ni siquiera sabíamos las posiciones, ni cuánto duraban los períodos, ni... nada. Dos o tres chicas de mi equipo sí sabían todo eso, porque llevaban un par de años jugando al hockey. Las demás saben patinar desde que eran pequeñas. Y luego estoy yo.</span><br />
<span style="line-height: normal;">El último consejo del entrenador en el partido de ayer fue: pasadlo bien. Sabía que las chicas de Park View tenían años de experiencia, además de unas veinte jugadoras. Nosotras éramos menos de diez. En otros deportes, como fútbol, solo está permitido un número determinado de cambios. Los partidos tienen momentos intensos y momentos más parados. En hockey, no hay descanso. Es presión continua durante los quince minutos que dura cada período (paran el cronómetro en cada falta, gol...), y cambiamos de jugadoras cada dos o tres minutos. Eso implica que en un equipo tan pequeño como el nuestro, estás más tiempo jugando que descansando, mientras que las chicas de Park View tienen tiempo de sobra para recuperar el aliento. El resultado fue desastroso: una rotunda derrota 4-0. Teníamos la esperanza de al menos estrenar nuestro lado del marcador, pero en cuanto empezamos a entender la dinámica, ya íbamos tan por detrás en cuanto a puntos que no teníamos ánimos para intentar nada.</span><br />
<span style="line-height: normal;">El lunes tuvimos nuestro segundo partido. Ninguna lo dijo en voz alta, pero todas estábamos pensando en el poco sentido que tenía conducir casi dos horas hasta Barrington para volver a perder. Fui con Darla, sus padres y Céline, una internacional belga amiga de Darla. Salimos tarde de Bridgewater, así que el viaje de ida se convierte en un inevitable "¿Cuánto falta?" que nadie se atreve a decir, como si ignorando el problema se fuera a solucionar todo. Llegamos con el tiempo justo para ponernos la equipación y salir al hielo, sin calentar. Ni Darla ni yo somos la esperanza del equipo, pero somos tan pocas que sin nosotras difícilmente podrían haber jugado. </span><br />
<span style="line-height: normal;">¿Cuánto puede mejorar un equipo desde el primer partido en un deporte en el que apenas se saben las normas hasta el segundo partido? Mucho más de lo que creía. Tanto yo como las demás, por fin parecíamos un equipo de hockey y no un grupo de chicas perdidas en el hielo. Nos coordinábamos y nos acercábamos a la portería contraria, pero aun así no pudimos evitar que las chicas de Barrington lograran el primer punto. Casi nos venimos abajo pensando en una derrota como la del día anterior, hasta que Maddy, una niña bajita y pelirroja de mi clase de matemáticas, marcó gol. No era solo el empate, sino el primer gol de nuestro equipo, la posibilidad de empatar e incluso... de ganar. En la confusión del otro equipo, Emma consiguió regatear a la portera y situarnos por delante en el marcador. Emma es una de las mejores jugadoras del equipo, aún no tenemos capitana, pero probablemente acabe siendo ella; pese a ser un año más pequeña que yo, mide cerca de un metro noventa, al igual que su hermana, la portera del equipo. No me acuerdo cómo ni cuándo, pero nuestro tercer gol llegó cerca del final del último período. Victoria para Bridgewater High School.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Volviendo a casa, veo la nieve caer al otro lado de la ventana, mientras hablo con Darla y Céline sobre el partido. No ganamos ningún trofeo, ni medallas, ni un diploma con un título. A nadie se le pasó en ningún momento por la cabeza que pudiéramos optar a algo. Nos llevamos el pock (el disquito ese con el que se juega) del primer gol del equipo recién creado de hockey femenino en Bridgewater. Quizá dentro de veinte años, futuras jugadoras de hockey de nuestro instituto, chicas que aún no han nacido, admirarán ese pock en la estantería de los trofeos (en realidad, sí que lo vamos a poner ahí), y darán gracias en silencio a las chicas que hicieron posible que el deporte más famoso de Canadá también tenga cabida para las chicas. Al menos, en nuestro instituto.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Son las once de la noche cuando finalmente llegamos a Bridgewater. Pienso en el examen de biología de mañana para el que apenas he estudiado. Estoy tan cansada que me voy directamente a la cama. No tengo esperanzas de sacar una nota decente, nada puede salvarme ya. Salvo, claro está, una nevada que nos dejara sin ir a clase. Pero esas cosas solo pasan en las películas. Y aunque esto sea Canadá, no va a nevar precisamente cuando yo quiera. ¿O sí?</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-12637434350926799592016-01-06T18:17:00.001+01:002016-01-06T18:32:14.419+01:00Y llega enero<span style="line-height: normal;">Eran mis últimas horas en Nueva York posiblemente en toda mi vida, pero no conseguía sentir esa sensación de despedida. ¿Acaso no reconocía lo que estaba pasando? ¿O, más bien, lo había vivido demasiadas veces? El último día, la última noche, la última comida, la última vez escuchando ese "Wait" tan rayante del semáforo en rojo que inevitablemente iba a echar de menos, o el "Stay clear of the closing doors, please" tan repetitivo del metro. Ya me estaba acostumbrando a esa sensación de marcharme de sitios sin la seguridad de volver algún día. Dejar gente y lugares atrás, y seguir adelante, sin mirar al pasado, como si no importara lo que se deja atrás... pero importa. Y suspiras, te subes al avión, e intentas no pensar demasiado. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Después de estos cuatro meses me he dado cuenta de que estar triste no es algo malo. Tener un día melancólico en el que lo único que apetece es poner música triste y tumbarse en la cama, recordando todas las cosas que uno echa de menos, es normal, y creo que hasta te hace sentir mejor. Si me acuerdo de anécdotas divertidas con los amigos del pueblo aquel verano tan loco que probablemente no se vuelva a repetir, sonrío. O si pienso en aquella vez en que haciendo el decorado para el playback de "Westside Story", me enfadé con el grupo entero y volví a clase, me río. ¿Si me pasara hoy, haría lo mismo? ¿He cambiado o me seguirán enfadando lo mismo las críticas? ¿Y qué hay de ellos, los que no siguieron pintando sin mí, sino que fueron a buscarme? ¿Volverían a hacerlo? A veces no me acuerdo de los buenos momentos, sino de los malos. De los enfados, las peleas, los malentendidos por arreglar. Y no me siento indignada ni molesta pensando en ello. De hecho, me siento estúpida. Porque teniendo tan fácil pedir perdón, dejé asuntos a medias, y ahora, a miles de kilómetros de allí, no me queda otra opción más que esperar y reprocharme ser tan cabezota. Y los malos recuerdos me llevan de nuevo, cada vez que me pongo a pensar en el pasado, al momento de la despedida. Si nunca me gustó el final de ningún libro, siempre me decepcionaron las últimas partes de una saga, y hasta me entristece el final de curso, ¿cómo no pude precedir lo duro que sería para mí decir adiós? Y no sé si es la música triste, el recuerdo tan sólido de ese día o la morriña en sí, tan abstracta e inexplicable, lo que antes o después me hace acabar llorando. Pero la canción se termina, la luz del sol entra por mi ventana y me acuerdo de que tengo que preparar la bolsa con la equipación de hockey para el entremaniento de mañana. O que tengo que asegurarme de que sé dónde es el partido del domingo. O intentar explicarme de una vez por qué en hockey soy zurda si en esgrima soy diestra. Y acordarme de proponerles a Isaure y a Luca ir a la bolera este fin de semana. Es irónico que a la vez que me acuerdo de todo lo que echo de menos de España, me dé cuenta de todo lo que tengo aquí. Cuando tengo frío y me acuerdo de la broma que todo canadiense hace (¿Eres española? ¿Sobrevivirás al invierno?), memoro brevemente la imagen de sol y playa que veo un par de semanas al año, y en seguida recuerdo mi querido clima gallego, lluvioso hasta decir basta, y me alegro de que aquí en vez de llover nieve.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">La noche del 30 de diciembre del año pasado (la semana pasada), cuando volvimos de Nueva York, me quedé dormida en el coche.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-María, despierta, ya estamos en casa -me dijeron. Miré por la ventana, y comprobé que sí, estábamos en casa. Pero había algo que no encajaba... Algo que conocía de sobra pero nunca había visto en tal cantidad. Al menos no en m propia casa. Nieve. En todas partes: en los tejados, en los coches y sobre los árboles, pero no en la carretera. Toda la lluvia de Nueva York había caído en forma de nieve en el norte. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hoy por la mañana, salí de casa preparada para el frío. Esperaba sentir un cambio de temperatura brutal, pero lo primero que noté fue un olor extraño, conocido pero que no cuadraba. Mar. Olía a mar. O no, no exactamente a mar... olía a sal. Tardé dos segundos en darme cuenta de para qué se usa la sal en invierno, teniendo en cuenta el medio metro de nieve que lo cubre todo. No es de extrañar que después de las máquinas quitanieves, se aseguraran de la seguridad de la carretera con sal, para derretir el hielo. A medida que caminaba, empecé a notar algo de frío. "Qué raro", pensé, "normalmente tengo frío nada más salir se casa y a medida que camino voy entrando en calor". Pasaron diez minutos y me empecé a preocupar. Con los guantes, el gorro, la bufanda, las botas y el abrigo, estaba bastante bien. Pero mis piernas dejaron de sentir frío y pasaron a sentir dolor. Literalmente. Me reproché llevar mallas de verano, pero no podía culparme; dos días atrás apenas bajábamos de 10 grados y con ellas estaba perfectamente. Llegué al colegio, me senté en la cafetería (como cada mañana cuando llego temprano), y pregunté: </span><br />
<span style="line-height: normal;">-¿Es cosa mía o hace algo de frío ahí fuera?</span><br />
<span style="line-height: normal;">-Menos trece grados. Solo tuve que caminar de casa al coche y pensé que me congelaba -dijo Martina, la italiana.</span><br />
<span style="line-height: normal;">-A mí también me trajeron en coche, menos mal -añade Isaure, la francesa.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Me siento y apoyo la mochila en las piernas. No siento nada. Tardo dos horas en recuperar la sensibilidad desde la cadera hasta las rodillas. Por alguna razón, de rodillas para abajo ni siquiera sentí el frío. Pero de ahí para arriba mi piel estaba fría como el hielo. Una temperatura así en Lugo sería el tema de conversación para todo el día. Ningún canadiense comentó que hiciera frío.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Este domingo tengo partido de hockey contra el equipo de Park View, el otro instituto de Bridgewater. El lunes, partido en una ciudad a dos horas de aquí. El jueves que viene tenemos excursión de internacionales a esquiar. Dicen que es una pista llana para principiantes, y que queramos o no tenemos un curso introductorio, así que probablemente pruebe snowboard en vez de esquiar, que aunque no soy demasiado buena, sé de qué va. La última semana de enero tenemos los exámenes finales. Quienquiera que dijese que enero era un mes sin preocupaciones después de la Navidad, estaba equivocado. Al menos en mi caso.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Esta tarde, Luca (la alemana) me vino a buscar para ir a esgrima. Me mandó un mensaje diciendo que venía de camino, y como vive muy cerca, me puse el abrigo y salí directamente. Pese a la experiencia de esta mañana, en un polideportivo no hacen falta guantes, gorro ni bufanda. Así que salí, confiada de que solo sería un momento. Cinco minutos. Fueron los cinco minutos más largos de mi vida. Al igual que esta mañana, no sentí el golpe de frío. Me acerqué a la farola y esperé. Mi aliento formaba nubecitas blanquecinas, o vaho, como la gente lo llama. Aparentemente no había ninguna diferencia con respecto a días 15 grados más cálidos. O menos fríos, más bien. Bajando de 0 grados, tu aliento se convierte en vaho, pero ¿cómo puedo saber si solo hace frío o hace peligrosamente mucho frío? Respuesta: si yo, enemiga de dicha actividad, me pongo a correr colina arriba y colina abajo para no congelarme. Cuando por fin, después de una eternidad, cinco minutos, llegó el coche de la host mother de Luca, Luca y sus dos "adorables" perros, los perros empezaron a ladrarme. Apoyando las patas en el cristal, se desvivían ladrándome, y yo lo único que podía pensar era que me estaba congelando. Al final abrí la puerta, olfatearon mi mano cinco segundos y en seguida se tranquilizaron. Nunca me gustaron los perros de raza pequeña, y menos si, como la mayoría, son puro nervio.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">En Canadá no lo celebramos y ya empezamos el día 4 las clases, pero a mí personalmente me gusta bastante más que Papá Noel (o Santa Claus). Me parece que dentro del consumismo, al menos se basa en algo histórico o bíblico, una excusa que aunque no lo justifica, lo explica. Feliz día de Reyes a todos los españoles.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-61337464509547709602015-12-29T04:39:00.001+01:002015-12-29T04:51:28.417+01:00Vacaciones de Navidad<span style="line-height: normal;">El despertador suena a las 2:30 de la madrugada, y me resulta sorprendentemente fácil levantarme. Me visto, cojo la maleta y la mochila y subo al coche. De camino a Halifax me quedo dormida, y en los trámites del aeropuerto parezco una momia. Finalmente llegamos al avión sin problema, subo y vuelvo a quedarme dormida. Una luz de un naranja intenso me despierta dos horas más tarde. La luz del amanecer entra por la ventana, iluminándolo todo, y cuando me giro para ver la salida del sol, veo algo más que eso. Bajo nosotros se halla la gran ciudad estadounidense, la gran manzana, Nueva York. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Esa era la soprpresa, el motivo por el que estaba nerviosa: vacaciones de Navidad en Nueva York. Antes de ayer, después de dormir... ¿llegué a dormir en algún momento? La verdad es que no me acuerdo. Siendo optimista tal vez cuatro o cinco horas. Aún con falta de sueño caminamos 8 kilómetros por Downtown Manhattan. Nuestro hotel está en Broklyn, así que para ir a Manhattan cruzamos el famoso puente de Brooklyn. Nada más doblar la esquina para subirnos al puente, Nueva York apareció ante mí de golpe. En nuestro camino desde el aeropuerto, había visto montones de casas unifamiliares en barrios ordenados, y casas viejas y desvencijadas en barrios pobres. Pero desde el puente de Brooklyn, la imagen que todos tenemos en mente de la Gran Manzana surgió de golpe. Los rascacielos, las masas de gente de todas partes del mundo, la estatua de la libertad a lo lejos... Brooklyn no está nada mal, y también goza de numerosos rascacielos, pero Manhattan te deja boquiabierto.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El día 26 caminamos desde Brooklyn hasta Manhattan y por todos los puntos de interés de Lower Manhattan. Comimos en un café que lleva funcionando más de 200 años donde al parecer Abraham Lincoln comió alguna que otra vez, visitamos el puerto, las cataratas del memorial del 11-S donde un día se alzaron las Torres Gemelas... Después de caminar 8 kilómetros y sacar 300 fotos, decidimos coger el metro de vuelta al hotel.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Ayer, día 27, cogimos el metro hasta la gran Central Station, que me impresionó más que la Victoria Station de Londres, caminamos un pequeño tramo de la Fifth Avenue (o Quinta Avenida), nos perdimos entre las masas de gente en Times Square, paseamos por el Central Park... Después fuimos a tomar algo con mi prima Lucía y su marido, que casualmente vinieron a Nueva York al mismo tiempo que nosotros.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hoy decidimos que no queríamos caminar demasiado. Menos mal, porque si llegamos a tener ganas, volvíamos andando a Canadá. Ya sé que no debería quejarme porque estoy en Nueva York y todas esas cosas, pero mis pies sufren igual, ajenos a lo bien que me lo pase. Cometí el gran error de ponerme botas en vez de zapatillas deportivas el primer día (el de la Gran Caminata, ese), y ahora voy cargando con ampollas y heridas en mis pobres pies enrojecidos. Cuando volvamos a casa, no salgo de ahí hasta que haya que ir a clase. A no ser que nieve, que entonces el dolor se pasa.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Hablando de climatología, en ese aspecto estamos teniendo mucha suerte por aquí. Se suponía que iba a llover constantemente todos los días, y quitando esta tarde-noche (en inglés diría evening) que granizó bastante, los otros dos días cayeron dos gotas por la mañana. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">El gran fallo que tuvimos hoy fue el metro. Y yo que pensaba que ya lo íbamos entendiendo, pues no. Cogimos la línea equivocada que nos dejó como a cinco manzanas del museo de Nueva York, donde pasamos toda la mañana y parte de la tarde. Salimos de la estación y pensé que nos habíamos teletransportado a Sudamérica, pues el barrio estaba lleno de restaurantes mexicanos, banderas de Chile, carteles en español y gente hablando en dicho idioma. Subimos una infinita cuesta para llegar a nuestro destino. Nunca pensé que en un museo aprendería sobre graffitis como arte moderno, neoyorquinos sin hogar y las medidas que toma el gobierno, los motivos por los que una pequeña aldea se transformó en esta gran metrópolis... El museo está situado en la Fifth Avenue, pero en la parte donde no hay tiendas. Central Park llega hasta ahí, pero cabe recordar que es inmenso. Cogimos el bus en línea recta hasta el otro extremo del parque, sin salir en ningún momento de la misma avenida, hasta llegar al la zona de las tiendas caras, donde nos bajamos y paseamos por la zona, viendo los extravagantes escaparates con la decoración navideña. Donde haya tiendas que no falte Zara, y en efecto ahí estaba, pero no en la zona de las de lujo. Cenamos en Eataly, que se pronuncia igual que Italy y es básicamente un edificio inmenso con montones de restaurantes, bares y supermercados de comida exclusivamente italiana. Al volver a casa, cogimos el metro equivocado, y tuvimos que bajarnos en la siguiente estación. Al coger el correcto, nos pasamos de estación y el metro dio la vuelta, llevándonos de nuevo a Middle Manhattan. Tuvimos que bajar, preguntar, volver al mismo metro una parada más hasta la estación donde había una conexión con la línea que nos llevaría al hotel, aunque en realidad nos dejó como a diez manzanas. De noche y bajo el granizo, preguntamos por la calle de nuestro hotel y nos dijeron que debíamos seguir recto. Preguntamos un poco más adelante y recibimos las mismas instrucciones. Vimos un mapa y comprobamos que haciéndoles caso nos alejábamos del hotel, así que dimos la vuelta.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Si tengo que decir algo que me esperaba pero al mismo tiempo no me esperaba de Nueva York es la multitud de culturas que se juntan en una misma ciudad. Diría que cuatro de cada diez personas son sudamericanos, tres de cada diez afroamericanos y uno de cada diez asiáticos. Los dos de cada diez restantes son los de raíces europeas. Por la calle, escucho más conversaciones en español que en inglés, y es mucho más frecuente de lo que me esperaba entrar en un restaurante donde los empleados se dirigen al los clientes en inglés pero hablan en español entre ellos. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">¿Que si eso es todo? Ni de lejos. La de cosas que podría contar que no he contado todavía... Pero si estoy en Nueva York es para vivirlo, no para escribir. Todavía me quedan dos días completos que no pienso desaprovechar, por mucho que llueva, por mucho que mis pies protesten; sé que es bastante probable que nunca más vuelva a Nueva York, así que, a vivirlo que son dos días, literalmente.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-59904560823356642892015-12-24T17:41:00.001+01:002015-12-24T17:59:52.720+01:00¡Feliz Navidad!<span style="line-height: normal;">Hace no mucho tiempo solía creer que los esfuerzos de un desconocido jamás llegarían a ojos u oídos de nadie. Pensaba que solo los escritores de renombre publicaban buenos libros, que solo los artistas famosos cantaban bien, que cualquier pintor con talento es conocido. Por eso escribía en mi blog con el único propósito de saciar mi ansia por escribir, no por alegrarle el día a ningún lector. Hasta que escuché una canción desconocida de un chico desconocido en YouTube, un vídeo con muy pocas visitas que no aumentaron con el tiempo, una canción que simplemente me encantó. Y hay días en que quiero huir de toda la música que está de moda, y escuchar esa canción, de alguna manera, me llena por dentro. Fue así como me pregunté si a alguien le pasaría lo mismo con mi blog. Si algún día se hartaría de tanto libro famoso, de tanta historia ficticia, de todos los finales felices que no existen en la vida real... y optaría por leer mi blog, esa imperfección tan real que sigue mi vida, los puntos y comas en lugares equivocados, las frases que parecen no acabar nunca, los puntos suspensivos solo para crear algo de tensión... ¿O es acaso melancolía lo que creo? ¿Nostalgia, tal vez? Y así se suceden las palabras, construyendo frases que forman una entrada. Una tras otra, como los capítulos de un libro, pero sin fin. En la vida no hay finales felices; el único final es la muerte, que no es ni feliz ni afecta a todos al mismo tiempo. Mi experiencia tiene fecha de caducidad: 30 de junio del 2016. Pero eso no significa que vaya a dejar de escribir cuando vuelva a España. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">Anoche soñé que volvía a Lugo y empezaba segundo de bachillerato, pero no me parecía estar en segundo de bachillerato. Insistía en que seguía en cuarto de la ESO. A fin de cuentas, dejé el colegio en el que he estado desde los 3 años en cuarto de la ESO, y aquí estoy en Grade 11, que aunque equivalga, no es primero se bachillerato. Me daba cuenta de repente de que solo me quedaba un año de instituto y ni siquiera sabía qué quería estudiar. Quiero ir a la universidad pero no quiero ir a la universidad. No todavía. No estoy preparada.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Ayer fuimos a ver un coro en Mahone Bay, un pueblo no muy lejos de aquí. La iglesia (de madera, al igual que todos los edificios de por aquí) estaba pintada de blanco y negro por fuera, pero por dentro tonos rojos y marrones se mezclaban dando un aspecto de calidez. Nada que ver con la imagen de iglesia de piedra totalmente gris que tengo yo. Al parecer, es una de las más antiguas de la zona, aunque en España sería de las nuevas. Aparte de los elementos modernos, como una señal fluorescente en la salida diciendo "Exit" como en los cines, baños públicos en la planta baja, y una biblia en cada asiento, había algo que no cuadraba, algo que no debería estar ahí. No fue hasta que el coro empezó a cantar cuando me di cuenta de lo que era: el árbol de Navidad. Un inmenso pino adornado justo al lado del altar. Nunca había visto tal cosa en una iglesia católica, pero aquella era anglicana, así que supongo que cosas de ese tipo varían. Volviendo a casa, a pocos kilómetros de llegar, estábamos cantando Feliz Navidad cuando Michael frenó el coche de repente. Mientras repetía, con esa característica educación canadiense, "Sorry guys" infinitas veces, acerté a ver tres ciervos en medio de la carretera, justo delante de nosotros. El más grande iba primero, y nos miraba, ignorando el peligro de cruzar una carretera tan transitada como aquella. Los otros dos eran solo cervatillos, y se escondían tímodamente tras el mayor. En cuanto nuestro coche se detuvo, los tres prosiguieron su camino, y saltaron ágilmente el quitamiedos para sumergerse de nuevo en el otro lado del bosque.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Llevo varios días escribiendo esta entrada, y pretendía publicarla bastante antes de Navidad. Pero ya es Nochebuena, y mañana Navidad, así que debería desearos ya a todos felices fiestas. Esta vez no hay reflexión (o filosofada, como me gusta llamarla a mí) al final de la entrada. No hay ninguna de esas demostraciones de cuánto me gusta escribir, porque más que nada no hacen falta, si no habéis cogido la idea a estas alturas, ya no hay nada que pueda hacer. En estos últimos días del año, la emoción por la Navidad y los nervios positivos por el viaje que se acerca y los negativos por los exámenes finales de enero me persiguen. Pero hoy es Nochebuena, mañana Navidad, y pasado mañana... creo que mejor os dejo con la duda. ¡Feliz Navidad!</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-20797065501979213192015-12-16T22:29:00.001+01:002015-12-16T22:29:33.664+01:00El domingo y sus consecuencias<span style="line-height: normal;">La peor sensación en la que nos vemos una vez a la semana es la del domingo por la noche. La amenaza del lunes, tan cercano y abrumador, nos asusta, y nos hace preguntarnos cómo fuimos capaces de ser tan felices el viernes, conscientes de estar a tan solo dos días de distancia de esta tortura. Pero el lunes llega, sobrevives, te vas a la cama y te das cuenta de que no fue para tanto. De que, al fin y al cabo, lo has hecho, como cada lunes, una vez a la semana. Pues es peor la sensación de miedo por el futuro que la de verse en el presente, en la situación. Nos paraliza la amenaza, lo alta que se ve la montaña, pero una vez en la cima, sonríes y te dices que podrías hacerlo de nuevo. Y lo haces, siete días después.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">"Guess" es uno de los verbos que aprendí en Canadá que más uso últimamente. Normalmente significa adivinar, creer o suponer, dependiendo del contexto. "Guess what?", por ejemplo, significa "¿Sabes qué?". Es infinitamente útil, y se ha convertido en una de la palabras a las que recurrir cuando me veo escasa en vocabulario, junto a "stuff" (cosas) y "awesome" (increíble, fantástico, asombroso... You know, all that stuff).</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Creo que olvidé mencionar que a principios de diciembre me acabé las golosinas de Halloween. Sorprendente, ¿verdad? A Max y a Sophia, que tenían más que yo, se les acabaron en una semana. Mis padres, cuando era pequeña me decían que hacía lo mismo con el dinero: guardarlo cual ardilla recolectando nueces, temerosa del cercano invierno. Supongo que en determinadas circunstancias no es tan mal defecto.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">El domingo por la tarde, mientras Mike y Sophia iban a la playa y Tara y Max a dar un paseo, yo fui a "dar una vuelta en bicicleta". Eso fue lo que le dije a mi host family, pero me llevé una mochila y la cadena para dejar la bicicleta a la puerta del centro comercial. La Navidad se acercaba y yo no había comprado ningún regalo. Primero di una vuelta, en busca de inspiración, pues no sabía qué regalar a nadie. Me acordé de haber estado hablando una semana atrás con Tara sobre La ladrona de libros. Es uno de mis libros favoritos, sin duda alguna, y ella dijo que estaba pensando en leerlo. ¿Por qué no regalárselo por Navidad? Me acerqué a la librería y lo busqué, en vano. Tuve que esperar la cola de caja para preguntar por él, y cuando la dependienta fue a por el libro, yo la seguí. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">-Aquí tienes -dijo la mujer, estirando el brazo para hacerme llegar el ejemplar de La ladrona de libros que acababa de coger de una estantería. Pero yo no la estaba mirando a ella, sino a otra mujer que tenía delante, ojeando libros, junto a un niño de doce años que me conozco demasiado bien. Tara y Max.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">-Hola -dijo Tara, con una amplia sonrisa.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Abrí mucho los ojos y cogí el libro que la dependienta se hartaba de sostener. No sabía qué hacer, qué decir, todo lo que podía pensar era "¿Qué demonios hacéis vosotros aquí?".</span><br />
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<span style="line-height: normal;">-Pensé que habías ido a dar una vuelta en bicicleta -dijo ella, rompiendo el silencio.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Pensé que habíais ido a dar un paseo -repuse yo-. Qué casualidad, ¿no? Yo voy a dar una vuelta en bicicleta, vosotros a pasear y nos encontramos en la librería.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Sí, qué casualidad. Bueno, nos vemos.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Sí, nos vemos.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Me alejé con una sonrisa nerviosa, intentando en vano mantener la calma. ¿Habría visto mi libro? Al salir, pasé al lado de Shoppers, la tienda en la que trabaja Leanne, una amiga canadiense (y la hija de mi profesora de inglés). Aquí más de la mitad de los estudiantes de quince, dieciséis y diecisiete años trajaban, dos o tres tardes a la semana. Me saludó con tanta efusividad que creo que hasta me asusté. El lunes en clase dijo que salté del susto. Al llegar a casa, ya de noche, me acerqué a Tara para intentar aclarar las cosas.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Eh, estooo, hoy en la librería... bueno, ya sabes, estaba nerviosa y tal... Puede ser que hipotéticamente estuviera... ummm... ya sabes, la Navidad se acerca...</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Yo no sé nada -dijo.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Vale, pero ¿viste el libro que tenía en la mano?</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-No. ¿Tú viste el libro que tenía yo en la mano?</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-No.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Me había parecido ver algo en su mano, un libro, probablemente. Pero con los nervios no se me ocurrió mirar. </span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-Perfecto. Entonces no hay problema.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">No pude evitar reírme. Las dos habíamos ido a la librería intentando que nadie más lo supiera, nos encontramos allí, comprando un regalo la una a la otra... pero ninguna de las dos vio el suyo.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Hoy nevó por primera vez desde que se fueron los colombianos y los estudiantes que se quedaron tres meses. El último día que estuvieron aquí, a finales de noviembre, nevó, y muchos de ellos vieron nieve por primera vez en su vida. Desde su partida empezó a hacer frío, mucho frío, y a llover continuamente, como si el cielo también estuviera triste de que se hayan ido. Estábamos en clase de inglés, leyendo The wave, cuando Showbie se levantó de su silla y gritó: "¡Está nevando!". Todos miramos inmediatamente a la ventana, para comprobar, unos con fascinación y otros con repugnancia, como millones de pequeños copos blancos impedían ver mucho más allá del árbol del patio al que enfoca nuestra ventana. Por un momento pensé que podríamos quedarnos encerrados en el colegio, pero la tormenta apenas duró unos minutos. Después, se pasó el resto del día nevando solo a ratos. Showbie siempre se sienta al lado de la ventana. Viene conmigo a inglés y a sociología, y es el tipo de persona al que le interesan más bien poco sus notas. Parece que no le importe de verdad nada en la vida, pero cuando vio la nieve vi algo más tras aquel salto, aquella sonrisa, aquella excitación sin precedentes. Había ilusión, esperanza, alegría, quizá. Puede que hasta la persona más pasiva del mundo tenga una razón para levantase por las mañanas.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-13796424256486646692015-12-12T04:17:00.004+01:002015-12-12T16:16:19.301+01:00The Wave<span style="line-height: normal;">En cada experiencia, en cada día rutinario, en cada sorpresa inesperada, en cada triunfo, fracaso, ridículo o superioridad, aprendo un poco de mí, de los demás y del mundo entero. Poco a poco me voy dando cuenta de que todo lo que creía saber no es necesariamente verdad, o al menos no lo es siempre, que lo que dicen los libros solo ocurre en determinadas circunstancias. Sé que todo esto suena demasiado teórico, irreal, una filosofía que queda bien sobre el papel pero nunca se cumple. No puedo pedir que me entendáis porque a veces ni siquiera yo me entiendo. Pero algo en el fondo de un lugar recóndito en mi mente que nunca había explorado me dice que es verdad.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Estos cinco días de tour por las universidades de Nova Scotia han sido emocionantes, aburridos, interesantes, monótonos, hiperactivos y cansinos al mismo tiempo. He tenido tiempo para aburrirme, pero no para decir que me aburro. He visto lo que esta provincia me puede ofrecer, y me ha gustado... pero no me convence. Me convencen las instalaciones, los programas, las oportunidades y las salidas al mercado laboral. Creo hasta haber encontrado lo que realmente quiero estudiar... pero si pudiera pagar la universidad aquí, no sabría si quedarme en Canadá. Estudiar como internacional durante un año no es venir de vacaciones, pero en cierto modo se parece. Sigues siendo de tu país (española, en mi caso), y Canadá no es más que una etapa de tu vida. Pero si cruzas la frontera de la edad adulta y te quedas aquí en la universidad... Tengo la sensación de que eso te convertiría en canadiense. Después de la universidad las estadísticas dan por hecho que encontrarás un trabajo aquí y ya no volverás a tu país más que de vacaciones. No sé en el resto de Canadá, pero en Nova Scotia los estudiantes internacionales tienen muy fácil conseguir un visado para quedarse durante la universidad, y tras graduarse con la Canadian citizenship (¿se traduce como ciudadanía canadiense?) les ayudan desde la universidad. Eso se llama emigrar, y no me gusta.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">Últimamente me encuentro en una situación de extraña estabilidad, un casi imposible equilibrio en que no tengo motivos para llorar de tristeza pero tampoco para llorar de alegría. De vez en cuando echo de menos a mi familia, a mis amigos, pero muchas otras veces me sorprendo preguntándome por qué habrá sido de gente a la que apenas conocía. Qué habrá sido de aquel chico o chica de piragüismo o de atletismo que acabó el instituto y se fue a la universidad fuera de Lugo, o se cambió de equipo, o sigue con su vida igual que hasta ahora. O mis antiguos compañeros de clase, cuántos quedan en Pepas, cuántos se han cambiado de instituto, qué tal les va a todos ellos y si alguno, alguna vez, se ha preguntado qué tal me va a mí. Probablemente suene egoísta, pero quiero creer que alguien, algún día, habrá dedicado diez segundos de su ajetreada vida a preguntarse por mí.</span><br />
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<span style="line-height: normal;">También me acordé de Casasola, ese minúsculo pueblo abulense que, por mucho que me cueste aceptarlo, se acerca al eclipse, al abandono, al fin. Cada vez queda menos gente, y aunque sé que mientras mis abuelos vivan pasaré allí parte del verano y Navidad (excepto este año, claro), ¿qué pasará después? Cuando doble la edad que tengo ahora, quizá ya tenga familia, quizá ya tenga trabajo, pero quizá ya no tenga pueblo. Los momentos, amistades y recuerdos que viví bajo el abrasador sol de agosto, la gélida nieve navideña, la bóveda celeste con el perfecto panorama estrellado y la luna con su pálida luz plateada que se ve tan única lejos de la contaminación... todo quedará atrás, olvidado en otro pueblo fantasma. </span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Desde el día que llegué, he aprendido que juzgar a alguien por su nacionalidad es casi tan ridículo como inútil. Que si los chinos se marginan, que si los alemanes no tienen sentido del humor, que si los brasileños solo piensan en fiesta... Por muy alto que sea el porcentaje de personas en ese país que se comportan de acuerdo con estereotipos, los estudiantes internacionales son casi siempre los más raros, y por eso le he dado una oportunidad a todo el mundo, aunque más de uno pensó que yo tenía un toro de mascota, no me pasaba el día bailando sevillanas por modestia y vivía al lado de una playa donde nunca se escondía el sol.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">El primer día que fui al centro comercial, encontré una moneda de diez centavos. Qué bien, pensé, una moneda de la suerte. Días más tarde, volví a encontrar una moneda idéntica casi en el mismo sitio. Desde entonces, me he encontrado dinero en el colegio y en la calle, hasta una moneda de un euro a la puerta del instituto. Creo que puedo contar con las manos los europeos de mi instituto que han podido perder ese euro. Mi arsenal de monedas de la suerte consiste en dos monedas de diez centavos, un euro, tres monedas de cinco centavos y una moneda de un cuarto de dólar americano. En total, siete monedas de la suerte.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Justo después de Acción de Gracias, todo se llenó de decoraciones para Halloween. Tras Halloween, Navidad. Pero no fue hasta diciembre cuando todo se llenó de verdad, cuando todas las casas empezaron a vestir de colores, cuando la gente te empezó a desear feliz navidad, cuando en todas partes la música que suena es navideña. El otro día, en el centro comercial, pusieron la canción de "Feliz Navidad", mitad en español, mitad en inglés. Pensé que era una bonita coincidencia; más tarde descubrí que todo canadiense que se precie se la sabe de memoria. </span><br />
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<span style="line-height: normal;">El otro día, en Sociología, vimos una película llamada The Wave. The Wave, en español La Ola, resultó ser el libro de lectura obligatoria para inglés, como supe dos días después. Al principio de la película, un profesor de historia intenta explicar a sus alumnos estadounidenses el nazismo y, en particular, las Juventudes Hitlerianas. Pero los alumnos no se creen que, sabiendo los horrores por los que pasaban millones de personas por culpa del nazismo, ningún alemán se levantara contra Hitler. El profesor, en un intento por descubrir la verdad, decide hacer un experimento. Un experimento que llega demasiado lejos. Basado en la historia real de un profesor de historia que crea un movimiento experimental llamado The Wave, en Palo Alto, California, en 1969, de igual modo que en la adaptación literaria y cinematográfica, la moraleja de la historia es tan dura como real, atacando la debilidad de los humanos como individuos libres y la necesidad de pertenecer a un grupo en el que ser aceptados. A toda costa. Tan solo dos personas en la clase de historia descubren que lo que están haciendo no está bien, que han dejado de ser personas para convertirse en una masa, en un número, en soldados. Cuando The Wave sale de la clase de historia y empieza a extenderse por todo el colegio, la lealtad y la unidad del grupo se transforman en odio y rencor hacia los que vayan en su contra, o incluso hacia los que no decidan apoyarlos. Me pregunto qué tendrán esos dos adolescentes que los demás no tenían, o que tenían los demás que ellos dos no tuvieran, para darse cuenta de lo que estaba pasando. No eran los más rebeldes, no eran los más inteligentes, no eran los más sociables, ni los más tímidos, ni nada especial. Eran un par de estudiantes cualquiera.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Vender tu libertad por aceptación social, por sentirte parte de un grupo, de un movimiento, de algo importante. Libertad, ese preciado tesoro del que no todos los humanos gozamos... ¿a qué precio venderías la tuya?</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-13214603543516915032015-11-26T03:32:00.001+01:002015-11-26T03:32:39.386+01:00Hasta siempre<span style="line-height: normal;">Tenía pensado escribir sobre todo lo que pasó la semana pasada, que no fue poco. Pero no puedo quitarme algo de la cabeza. Más importante que el Internacional Hello Day, que haya echo yo sola una tortilla y no solo no haya matado a nadie, sino que gustó a todo el mundo. Más importante que todas las anécdotas que no creo que me acuerde se contar a nadie, hay un sentimiento que me corcome por dentro. </span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Nunca. Odio esa palabra. Que nadie me venga con frases motivadoras del tipo "Nunca digas nunca", porque realmente nunca voy a ir a Colombia o a la República Checa o a Bélgica, y aunque vaya, y aunque vuelva a ver a Michal, a Xanne y a los colombianos, sería imposible juntar a todos los internacionales y canadienses de nuevo. Nunca volverá a ser lo mismo.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">No sé qué me duele más, haberme despedido de Andrés y Xanne o no haberme despedido de los demás. Odio las despedidas y la palabra "adiós" casi tanto como "nunca". En cierto modo, significan lo mismo.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Xanne fue una de las primeras personas que conocí en Canadá. Recuerdo aquel primer día de clase en que dijo que solo iba a quedarse tres meses. "Solo", pensé. "Tres meses son mucho tiempo". Como tantas otras veces, me equivocaba.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Andrés estaba en mi clase de arte, y aunque tardé como un mes en darme cuenta de que era colombiano, y por lo tanto hablaba español, fue un placer conocerle. Probablemente lo que recuerde en unos meses tan solo sea la ridícula conversación que tuvimos hoy a última hora en la clase de arte, Juan, Andrés y yo. Al igual que a Xanne, a Andrés pude decirle adiós.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">El nombre de Michal jamás lo sabré pronunciar bien, lo siento. Me pasé el primer mes sin saber su nombre, el segundo pronunciándolo como "Maikel" y el tercero aprendiendo a decirlo bien, en vano. La verdad, no sé qué va a hacer Luca en clase de matemáticas sin él, supongo que morirse de aburrimiento. O yo sin el chocolate checo, que el chocolate suizo sabe a marca Hacendado después de probar el checo.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Creo que no hay ningún otro europeo que se vaya, y si lo hay, me enfado porque no me lo haya dicho. Del resto de los colombianos no sé qué decir; no tuve oportunidad de conocerlos demasiado. Buen viaje, supongo.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Mañana será el último día que vayan al instituto, y supongo que será un día de abrazos y lágrimas. Una parte de mí querría ir a despedirse otra vez; la otra sabe que así es mejor. No estoy en Bridgewater, sino en Halifax, sola en una habitación de hotel. La china que, se suponía, compartía habitación conmigo, se fue con sus dos amigas chinas. Estamos aquí para un tour por las universidades más importantes de Nova Scotia, y tuve la suerte de ser una de las cuatro personas escogidas de mi distrito escolar. La única, por cierto, no asiática y sin planes de quedarse aquí a graduarse y a la universidad.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">Debería irme a dormir; mañana madrugo. Probablemente ninguno de los internacionales que se van lea esto, pero me gustaría que supieran que voy al echarlos de menos. Buen viaje, y que sepáis que ninguno de nosotros va a olvidaros. Hasta siempre.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-77448549477306401972015-11-15T18:25:00.001+01:002015-11-15T18:34:56.388+01:00Una semana, mil recuerdos<span style="line-height: normal;">Salut.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Hago una breve reverencia con la cabeza, acompañado por un pequeño movimiento de espada, siguiendo las normas del reglamento.</span><br />
<span style="line-height: normal;">En garde. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Me pongo la máscara, que a duras penas doy abrochado sin enganchar el velcro en el pelo. Soy diestra, pero mi mano derecha sostiene la espada, y la izquierda es bastante imprecisa. Respiro hondo y asiento con la cabeza.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Allez.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Empiezo a avanzar, cauta pero decidida. Nunca ataco primero, prefiero esperar pacientemente una oportunidad. Estudiar al rival es la clave de la victoria, aunque a veces cueste contenerse. Debo olvidar que la persona que tengo delante, oculta tras una máscara como la mía, es Luca, mi amiga. Ahora mismo es un oponente cualquiera, con una espada en la mano, y tantas ganas de vencer como yo. Ahora mismo, es una amenaza.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Luca ataca primero, pero interpongo mi espada a tiempo, iniciando un contraataque que ella bloquea. Las dos retrocedemos, analizándonos inconscientemente. Ella avanza de nuevo, perdiendo la paciencia. Es algo que he ido aprendiendo a lo largo del curso sobre Luca. Puede ser tímida, inteligente y rápida, pero lo que no le sobra es paciencia. Yo la estaba esperando, algo de lo que probablemente se da cuenta cuando ya es demasiado tarde. Golpeo su espada y, en el mismo movimiento, lanzo una estocada que da en el centro de su torso. Suena un pitido y al mirar a mi derecha compruebo como la luz roja se ilumina de mi lado. Primer punto. No tengo ni de lejos asegurada la victoria. Son cinco puntos para ganar, el juego continúa.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Combatiendo contra las mismas personas semana tras semana, aprendes tanto de tu estilo como del suyo. A veces te metes tanto en el papel, que al lograr un punto tú o tu adversario, el pitido casi te asusta, te saca de golpe del estupor. Con el paso del tiempo aprendes que lo que hace que venzas en la esgrima es más que nada experiencia. Cada persona tiene su estilo pero al fin y al cabo todos se parecen, son clasificables, a veces hasta predecibles. Solo llevo dos meses con este deporte y ya se ha convertido en mi favorito. Lo siento por el atletismo, lo siento por el piragüismo, pero esto es único. Quizá sea solo la novedad, y en unos meses se vuelva aburrido. O puede que llegue a gustarme más todavía. Creo que es una de las pocas cosas que me gustan del futuro: está lejos, invisible, indefinido, y puedes soñar con la forma que tendrá por muy poco que se parezca a lo que algún día sea.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Me las arreglo para conseguir el segundo punto de la partida. Voy ganando 2-0. No me confío, si algo sé de la estrategia de Luca es que se le dan muy bien las remontadas. Punto a punto, llegamos a un 4-4. Quien consiga el siguiente punto, gana. No tengo miedo, sé lo que tengo que hacer. Si lo consigo, habré ganado, si fracaso, aprenderé de mi error. De algún modo, consigo ese último punto. Cuando la punta engomada de mi espada choca contra la chaqueta de Luca, ella se queda paralizada, como si no se esperara mi ataque, y probablemente fuera así. He ganado.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Mi siguiente rival es profesora en Grado 6 en el colegio de primaria de Bridgewater. El año pasado les dio clase a Max y a Sophia. Es rápida, pero no tiene muy buena puntería. A pesar de sus certeros ataques, muchas veces falla en la defensa. Solo tengo que aguantar la presión de su insistencia hasta que deje su cuerpo lo bastante desprotegido para atacar. El resultado: 5-4. Vuelvo a ganar.</span><br />
<span style="line-height: normal;">La última persona a la que me enfrento tiene un año menos que yo y viene a mi instituto. Es tímida tanto en persona como en la esgrima. Le cuesta atacar, y no se le da demasiado bien defenderse, aunque en las últimas semanas ha mejorado mucho. Sin embargo, de poco le sirve, pues vuelvo a ganar, esta vez 5-2.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Cuentan los puntos, y parce ser que... he ganado. Aunque no nos enfrentamos todas contra todas, soy la única que no ha tenido ni una sola derrota. La medalla tiene hojas de arce rojas, como las de la bandera de Canadá, a lo largo de la cinta. En la parte se atrás de la placa, dice "Women's open foil". Uno de los monitores, el más mayor, dice que lleva cuarenta años practicando esgrima y nunca ha ganado una medalla. "Y tú, en dos meses, ya has ganado una. ¿Cómo lo haces?". Me encojo de hombros y respondo: "Suerte, supongo".</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">El día siguiente, el miércoles, era Rememberance Day. Es un día en que recuerdan a todos los soldados canadienses que murieron en las guerras mundiales y que siguen muriendo hoy en día en otras guerras. Hubo un desfile, y juro que nunca antes había visto tantas banderas de un mismo país juntas. Dijeron los nombres de todos los soldados procedentes de Bridgewater que han muerto defendiendo su país. Les llevó mucho tiempo decirlos todos, y a veces eran dos seguidos con el mismo apellido, lo que hace pensar, acertadamente, que eran hermanos. A pesar del frío, al evento acudieron más de 3.000 personas. Bridgewater no tiene más de 8.000 o 9.000 habitantes. </span><br />
<span style="line-height: normal;">Por la tarde, fui a nadar con unas amigas al LCLC (Lunenburg County Lifestyle Center), donde están las piscinas, el rink de hockey y patinaje y la biblioteca. Por algún motivo relacionado con el hockey, se canceló el patinaje durante todo el fin de semana. Esta semana ha sido la primera en que no he ido a patinar.</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">El jueves fuimos al cine a ver The Martian y a cenar fuera. Creo que nunca antes había pasado una tarde entera con mis amigos en mitad de la semana cuando al día siguiente hay clase. Cenando, jugamos a un juego que consiste en decir dos verdades y una mentira sobre ti, y el resto de la gente tiene que adivinar cuál es mentira. Aprendes muchas cosas sobre los demás y descubres cuánto saben ellos de ti. </span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">La semana que viene nos dan las primeras notas del curso: el informe de mitad del semestre. No creo que esté nada mal, pero tampoco tan bien como me gustaría. No me preocupa, todavía tengo medio semestre para mejorar.</span><br />
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<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">"Is there life after death?" the child asked me that night.</span><br />
<span style="line-height: normal;">I shrugged my shoulders and answered:</span><br />
<span style="line-height: normal;">"Is there life before death?"</span><br />
<span style="line-height: normal;"> Unlucky good people, my English essay</span><br />
<span style="line-height: normal;"><br /></span>
<span style="line-height: normal;">-¿Hay vida después de la muerte? -me preguntó el niño aquella noche.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Me encogí de hombros y contesté:</span><br />
<span style="line-height: normal;">-¿Hay vida antes de la muerte?</span><br />
Unlucky good people, mi redacción de inglésAnonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-51503845629170715202015-11-09T00:12:00.000+01:002015-11-09T00:12:28.986+01:00Nunca soltaré el lápiz<span style="line-height: normal;">He perdido la inspiración, ya no tengo ganas de escribir. No es que no haya pasado nada interesante, al contrario, vaya si pasaron cosas que contar. Pero no siento esa necesidad que me solía acompañar cada momento, ese proceso automático de mi cerebro en que convierte cada vivencia en un relato. Quizá es por la velocidad con la que avanzan los acontecimientos, o puede que sea porque intento pensar en inglés, y a estas alturas, no puedo pretender volverme Shakespeare. Tampoco leo mucho últimamente. Para pensar en inglés, debo leer en inglés, y mi limitado vocabulario me obliga a hacerme preguntas sobre el significado de las palabras continuamente. Pero no puedo dejar de leer, ni de escribir, aunque no me apetezca. Sería cambiar demasiado, y esa es una de las cosas que me gustan de mí, que no cambiaría por nada del mundo.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Halloween llegó y pasó, al igual que el mes de octubre. Una semana después de la fiesta de internacionales, tuve un baile en el instituto, y el día de Halloween fui de Trick or Treat por el barrio con Sophia. En tanto festejo, estoy dejando de contar muchas cosas. Como que la noche del baile tuve mi primer sueño en inglés. O que el lunes después de Halloween llegó un paquete por correo con el que no contábamos procedente de Lugo, lleno de turrón, castañas, higos, polvorones... Sí, tengo la buena comida navideña de España en Canadá, ¿qué más puedo pedir? Aún no lo hemos empezado, ni lo vamos a empezar hasta Adviento, más que nada porque nos quedan mogollón de golosinas de Halloween. Ah, Halloween, esa fiesta tan consumista en la que con dieciséis años llenas un saco de golosinas, y eso que solo estuve de Trick or Treat media hora. Con que seas un poco más joven, tienes dulces para todo el año.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Los viernes, en el instituto, ponen un himno internacional. El primer viernes que hicieron eso, pusieron el de Colombia, por los internacionales colombianos que se quedan dos meses y acababan de llegar, una especie de bienvenida. El segundo viernes, pusieron el de Bélgica. El tercer viernes, supuse que sería uno de Asia, el continente que faltaba, y acerté: Japón. Antes de ayer tocó España. Cuando escuché que tocaba mi país, no pude evitar alegrarme. Es irónico que nunca hubiera escuchado el himno español en mi colegio y ahora lo fuera a escuchar en Canadá. Sonriente, esperé por ese himno que solo escucho en partidos de fútbol... y algo extraño empezó a sonar. Era nuestro himno, pero no era nuestro himno; iba como más deprisa. Y de repente, empezó a sonar letra. Me quedé de piedra. ¿El himno español con letra? ¿Desde cuándo? Debía de tener una expresión claramente desconcertada, porque el profesor de biología, cuando acabó, me preguntó "¿No es ese el himno de España?". A lo que contesté: "Sí, pero no. La música sí, la letra no". Traté de explicar como pude y con mis escasos conocimientos la diferencia, y creo que lo entendió bastante bien. Mi profesor de biología no está entre los que se equivocan de continente al situar España.</span><br />
<span style="line-height: normal;">A un colombiano que nunca me había dirigido la palabra se le ocurrió comentar que nuestro himno estaba muy bien, y se quedó de piedra cuando le expliqué el error que habían cometido. No fue el único que metió la pata; un montón de gente que no creía que supieran que soy española, comentaron algo sobre el himno. Cuando me harté de explicar la diferencia, decidí limitarme a dar las gracias por un halago al himno equivocado. </span><br />
<span style="line-height: normal;">La película de La vida de Pi empieza con la presentación del protagonista: Piscine Patel, un niño de la India. Sus compañeros de clase se burlan de él llamándole Pis, y él consigue ganarse el nombre de Pi aprendiéndose de memoria todos los dígitos del número Pi (3,14159...). De adolescente, emigra con sus padres a Canadá, y aunque el barco naufragia él sobrevive. </span><br />
<span style="line-height: normal;">El otro día, faltó la profesora de matemáticas, y vino un sustituto llamado Mr. Patel. Tenía aspecto de ser hindú, y me hubiera hecho gracia preguntarle si por casualidad se llamaba Piscine y se sabía todos los dígitos del número Pi. Obviamente, no le dije nada.</span><br />
<span style="line-height: normal;">El plazo para el concurso de relatos cortos Trapero Pardo se cierra dentro de pocos días. Impotente, supe de su apertura y cuento uno a uno los días que quedan para su cierre. Y ni aun habiendo ganado el año pasado puedo participar este año. Tendría que estar matriculada en un colegio gallego, es el único requisito que me falta.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Una de las cosas que dejé a medias en España fue el libro de Cometas en el cielo. Mi clase de inglés está llena de libros, muchos de ellos los he leído o quiero leerlos. El otro día, me quedé mirando fijamente uno; lo conocía, pero no estaba segura. The kite runner. Podría ser... pero no, era tan poco probable... Lo cogí y comprobé, sorprendida, que el autor era Khaled Hosseini. ¡Era Cometas en el cielo en idioma original! Al verme con el libro entre las manos, la profesora de inglés me dijo que podía llevármelo, con tal de que al terminarlo me acordara de devolverlo. Le di las gracias y lo guardé en la mochila.</span><br />
<span style="line-height: normal;">Anoche soñé que volvía a España por Navidad, en vez de quedarme el año entero. El viaje en avión era confuso y con la diferencia horaria apenas dormía. Al llegar a España, me daba cuenta de repente del curso de esgrima que había dejado a medias, del examen de biología para el que había estudiado en vano, de que no había dicho adiós a mis amigos. Me acordaba de repente de que no quería dejar todo esto atrás porque lo había dejado todo a medias y, a diferencia de España, nunca volvería. Recordaba los gueckos de Max, Sophia y su inseparable cámara de fotos, el libro de The kite runner que jamás leería en idioma original. Me acordaba de nombres propios, pero lo único que pude decir fue "Todavía no he visto la famosa nieve de Canadá". Cuando el despertador sonó a las ocho y media de la mañana, me acordé de que tenía que estudiar, y me alegré de estar en Canadá para hacer ese examen de biología.</span>Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/09110000332957392367noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3995175450656004302.post-7962727038194156612015-10-26T22:04:00.003+01:002015-10-26T22:20:13.080+01:00El camino del éxito<br />
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A veces tengo la sensación de que mi vida en España quedó en pausa. Dejé la habitación desordenada, con la cama sin hacer. Las fotos del móvil en una carpeta del ordenador, esperando ser pasadas a un lápiz de memoria. El libro de "Cometas en el cielo" a medio terminar, en la parte más intrigante e interesante de la historia. No sé si quiero o temo encontrármelas igual cuando vuelva. Puede que mis padres ordenen mi habitación y pasen esas fotos al lápiz de memoria, que quedará guardado en un cajón, esperando a que vuelva. Pero olvidaré lo que pasaba en "Cometas en el cielo", trataré de empezarlo de nuevo, se hará aburrido porque ya sabré de qué trata, me frustraré y lo abandonaré. Si tal cosa llega a ocurrir, sería una pena. Era un buen libro.<br />
La bandera de Canadá ya tiene sentido. La hoja de arce representa la naturaleza y un árbol muy popular en Canadá, eso ya o sabía. Pero en otoño el tono verde se torna rojo, al igual que el de muchos otros árboles. Las calles se llenan de verde, amarillo, marrón, naranja, rojo, granate... A veces, por las mañanas, con el resplandor dorado del amanecer, todo parece un sueño, y piensas que aún es de noche, que todavía no has despertado... Hasta que el instituto toma forma en lo alto de la colina, duro, imponente, con una estructura que recuerda a la de un castillo. Por alguna razón, el instituto es el punto más alto del pueblo. Hacia el río, hay una larga cuesta abajo que no se puede subir en bicicleta. En el resto se las direcciones, una pequeña bajada de nivel y llanura. Sin embargo, es un edificio mucho más ancho que alto, y desde el segundo piso (el último) solo se ve un bosque infinito, con alguna casa cerca de la carretera. Bridgewater se puede resumir en eso: un río, un gran bosque, casas no muy concentradas y lagunas, que para mí son lagos, aunque los canadienses no hagan más que asegurar su pequeñez.<br />
El sábado recogimos las hojas del jardín delantero. Las apilamos en un montón y saltamos en el, lanzándonos hojas, enterrándonos unos a otros. Creo que es algo así como una tradición la primera vez que recogen las hojas. Después, como hay que hacerlo cada semana, pierde la gracia. El sábado empezó una rutina que nos acompañará cada fin de semana hasta que empiece a nevar, y sea nieve lo que haya que limpiar del camino. Como diría Camille, "Canadian experience", experiencia canadiense.<br />
Hoy el suelo volvía a estar lleno de hojas; el trabajo del fin de semana solo sirvió para grabar vídeos haciendo el tonto, llenarme el pelo de hojas y acabar con unas agujetas que todavía no se me han pasado.<br />
Anoche soñé que estaba de vuelta en España, o que nunca me había ido, no lo tengo muy claro. Ya me ha pasado varias veces desde que llegué, pero a diferencia del principio, cuando sentía al menos una pizca de melancolía, esta mañana desperté feliz de estar en Canadá.<br />
La nueva convocatoria de becas para el próximo curso ya ha empiezado. La gente no sabe si escoger Canadá o Estados Unidos, y me pregunto por qué yo lo tuve tan claro. No quise saber nada más de Estados Unidos cuando no me dieron la beca de la Fundación Barrié. Como si fuera el país, y no la fundación, quien me había rechazado. Fue ridículo, lo sé, pero ahora que sé cómo es Canadá, estoy satisfecha de mis decisiones. No, no solo estoy satisfecha, estoy orgullosa de mis decisiones. Espero nunca dejar de estarlo.<br />
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"¿Sabes por qué se paga tanto por la gente con ideas? Porque no se pueden producir en masa. No importa cuánto dinero tenga una persona, ese dinero jamás será capaz de producir las ideas geniales que tu mente puede crear en una habitación que está vacía. Y si lo intentas, y tienes una idea, y sueñas con ella, te van a decir que es imposible. Que seas realista. Incluso igual tú mismo te llegas a decir que seas realista, que no se puede hacer. ¿Cuánta gente que ha tenido éxito en su vida ha sido realista? La persona que decidió que iba a poner un barco de metal gigante en el agua y que iba a transportar a gente, no estaba siendo realista. La persona que inventó internet, un medio de comunicación que conecta de forma invisible a todas las personas del mundo, no estaba siendo realista. ¿Por qué querría alguien ser realista?"<br />
LuzuVlogs - El camino del éxito</div>
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